
“¿Qué se nos ha perdido a nosotros en una disputa por una tierra lejana entre gente de la que no sabemos nada?”
Arthur Neville Chamberlain. (1938)
La Conferencia de Múnich.
La conferencia de Múnich, celebrada en 1938 en la ciudad homónima, está considerada el último acto y quizás el más vergonzoso de la llamada “Política de Apaciguamiento” que las potencias occidentales realizaron frente a la Alemania Hitleriana. Ante las provocaciones de Hitler, que buscaba extender más y más las fronteras del nuevo III Reich alemán, se buscó preservar la paz a toda costa y evitar los recientes horrores de la Primer Guerra Mundial que habían ensangrentado los campos de toda Europa.
El Führer se había apoderado de importantes territorios saltándose las normas impuestas en el Tratado de Versalles. Lo hacía alegando la necesidad de “lebensraum”, que podemos traducir como “espacio vital”, el territorio que una nación necesita para desarrollarse y existir. Así, había reocupado de manera pacífica Renania y toda Austria, en ambas zonas con un alto apoyo popular. (No debemos olvidar que el propio Hitler era austriaco de nacimiento).
Pero quería más. Alegando que las minorías étnicas alemanas en la región de los Sudetes perteneciente a la joven nación de Checoslovaquia, manifestó que pretendía “reunificar” dicha región con el resto de Alemania de buen grado o por la fuerza.
Múnich en Vísperas de una Guerra.
Recientemente se ha estrenado una película de corte histórico, “Múnich en vísperas de una guerra”, con el actor Jeremy Irons en el papel de Neville Chamberlain, Premier británico en 1938.
En la película se nos narra como dos amigos, compañeros de universidad, alemán uno y británico el otro, vuelven a encontrarse muchos años después en vísperas de la Conferencia de Múnich. Ambos pertenecen a la carrera diplomática y ambos compartirán el objetivo común de intentar detener a un Hitler del que han descubierto que su intención es la expansión por toda Europa, de grado o por la fuerza.
Chamberlain, magistralmente interpretado por Irons y excelentemente caracterizado, aparece como un líder absolutamente obsesionado por mantener la paz. Y vemos a un maniaco Hitler, interpretado por el actor alemán Ulrich Matthes, que ya tiene experiencia en encarnar a antiguos gerifaltes nazis, pues asumió el papel de Josep Goebbels en la magistral “El Hundimiento”.
Se nos muestra toda la intrahistoria de la Conferencia de Múnich, donde cuatro potencias, Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia, acordaron la segregación de una parte del territorio de una nación soberana, Checoslovaquia, que ni tan siquiera fue invitada a la reunión en donde se iba a decidir su futuro.
También se hace referencia a la existencia (real) de un complot contra Hitler por parte de algunos generales del ejército que consideraron que, si se invadía Checoslovaquia por el asunto de los Sudetes y se entraba en guerra con Inglaterra y Francia, sólo podía llevar a Alemania al desastre. Se esperaba que, en el momento en que se diese la orden de atacar, sería una ocasión única para derrocarle del poder.
Este complot, que quizás habría salvado a Europa y el mundo de una Guerra Mundial, fracasó ante el triunfo de Hitler que, una vez más, había obtenido una gran porción de territorio sin disparar un tiro. Una vez más había demostrado que las pusilánimes potencias democráticas no estaban dispuestas a entrar en guerra de nuevo ante una actuación “decidida y valiente”. Hitler ocupará no sólo los Sudetes sino poco después toda Checoslovaquia, que ya no podía contar con Inglaterra y Francia y su popularidad y poder alcanzarán tales cuotas que, de realizarse un nuevo complot contra él, organizado por solo algunos generales de su propio ejército fracasaría con toda seguridad.
En la película vemos a un Chamberlain, pausado y con un objetivo claro de mantener la paz, contrapuesto a un Hitler desagradable, brusco, ególatra e incluso dotado de cierto humor negro, consciente del terror que provoca en los demás. Un Hitler que manifiesta “hacer lo que sea por Alemania, incluido mentir”, pero que está profundamente decepcionado con el pueblo alemán que no le sigue de manera entusiasta como le gustaría, como, sino que lo hace “mecánicamente”. “Los alemanes no saben ni lo que quieren”, llega a decir.
En 1945 Hitler, en las ruinas del Berlín asediado por los rusos, Hitler, en un acto despreciable más, manifestó que, aquel pueblo alemán que no había luchado como debía, que se había dejado derrotar por los que el llamaba “seres inferiores” no era digno de mantenerse en la faz de la tierra y debía asumir su triste destino como pueblo derrotado.
Chamberlain volverá a Inglaterra y mostrará en un papel la firma de Hitler donde manifestaba no tener más pretensiones territoriales. Bautizó el acuerdo como “Peace for our time”, o Paz para nuestros tiempos. Esa paz que tanto había luchado por conseguir se romperá el 1 de septiembre de 1939 con la invasión alemana de Polonia alegando que otra ciudad polaca, Danzig, de mayoría alemana, estaba siendo “maltratada” por los polacos y tenía derecho a reincorporarse a Alemania.
Chamberlain obtuvo el apoyo del Parlamento inglés por la distensión obtenida, pero no todos estuvieron de acuerdo con lo acordado. Winston Churchill, con la visión política que siempre le caracterizó, en un discurso memorable por lo que preclaro, manifestó en el propio Parlamento el 5 de octubre de 1938: “Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra… elegisteis el deshonor y ahora tendréis la guerra”.
La ambientación es excelente, excepto Irons, los actores no son demasiado conocidos y quizás en algunos momentos puede pecar de un cierto “ritmo lento”, pero nos ayuda sobremanera a entender porque se actuó de una manera u otra.
Se une al argumento la relación entre los antiguos estudiantes, separados por la política, pero ahora unidos en un objetivo común, parar a Hitler. La historia que nos cuenta es válida tanto por lo que nos explica como por lo que nos da a entender que va a suceder en el futuro.
También es verdad que, como se señala en el film, Inglaterra y Francia tuvieron un año más de paz para prepararse para la guerra que se avecinaba.
Sería interesante ponernos en el lugar de algunos personajes, que no sabían lo que sabemos hoy, que estaban ante un ser que hoy nos parece repulsivo pero que en aquellos días se encontraba en la cima de su poder y había “hipnotizado” a millones, no solo de alemanes, sino de personas de todo el mundo, frente a un Chamberlain que ya estaba enfermo y morirá en Mayo de 1940 víctima del cáncer, cuando Inglaterra ya sólo tenía por delante “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”.

Una película de actualidad.
En 2014 Rusia “reocupó” la región de Crimea, que desde 1954 era parte de Ucrania como un regalo del dirigente soviético Kruschev a los ucranianos. Lo hizo con gran apoyo popular, al ser la mayoría de su población rusa y de manera prácticamente incruenta. El ejército ucraniano nada hubiera podido hacer ante un ejército ruso que ya había mostrado de lo que era capaz en Chechenia o Georgia poco antes. La Historia no se repite, pero nos da muchas situaciones que parecen tan similares…
En 2022 Rusia ha reconocido la independencia de dos regiones de Ucrania, Donetsk y Lugansk, al Este del país, de mayoría rusa. Además, ha movilizado su ejército y ha entrado con sus tropas en la propia Ucrania. El motivo de dicha actuación ha sido el maltrato al que se veían sometidos los rusos en dichas regiones por parte de los ucranianos. Da igual los años que transcurran, las excusas siempre parecen ser las mismas.
Actualmente estamos viendo una nueva guerra en territorio europeo. Una vez más, Europa se desangra en un país lejano, del que apenas sabíamos nada. De nuevo, para los que conocemos la Segunda Guerra Mundial, vemos de nuevo en los periódicos nombres que nos son familiares, Crimea, Járkov, Kiev…, como si de una reactivación del “Frente del Este” se tratase. De nuevo vemos tanques disparando en ciudades que ya fueron martirizadas en los años 40, de nuevo el dolor, la muerte y las mentiras de la propaganda, la historia se repite o no, o quizás hemos reaccionado a tiempo, o no… Sólo la Historia nos lo dirá.
Fuentes
Román Rivera
Aficionado a la historia desde niño, apasionado por las guerras mundiales y por el desarrollo de las armas a lo largo de los siglos. Estudia Historia porque siempre ha creído que la respuesta a los problemas del presente puede estar en el pasado y porque ninguna otra Ciencia puede explicarnos de manera tan clara por qué somos como somos.