Cuando Stanislavski encontró a Chejov… O viceversa (una mirada subjetiva a “La Gaviota”)
- Esperanza Arguijo Mayoral
- 17 octubre 2022

El 17 de octubre de 1896 se estrenaba en el Teatro Aleksandrinski de San Petersburgo, “La Gaviota” de Antón Chéjov. La obra fue un rotundo fracaso.
El 17 de diciembre de 1898, el público la recibió con “un rugido, un fragor de truenos, unos aplausos frenéticos.”
Entre ambas representaciones: El Teatro del Arte de Nemiróvich-Dánchenko y Konstantin Stanislavski.
La obra, dividida en 4 actos, transcurre en la hacienda de Sorin, un burgués terrateniente de la Rusia de finales del siglo XIX, antiguo funcionario. El conflicto principal atrapa a cuatro personajes:
Arkadina, famosa actriz, tacaña con su fortuna y con el amor maternal.
Treplev, su hijo, joven inseguro, que da sus primeros pasos en la escritura y que busca desesperadamente la aprobación de su madre.
Trigorin, amante de Arkadina, famoso escritor a pesar de sí mismo
Nina, aspirante a actriz, amor de Treplev, ingenua, soñadora, que acaba enamorada del escritor.
Concebida casi como una obra coral, les acompañan personajes como la desgraciada y pragmática Mascha, hija de Schamraev, tiránico administrador de la hacienda de Sorin y de Polina Andreevna, mujer envidiosa y enamorada del médico del pueblo, Dorn, hombre agradable al que le gusta disfrutar de la vida y, por último, Medvedenko, maestro del pueblo, pobre de espíritu, agobiado por las cargas familiares y que acaba casándose con Mascha.
Junto con “El tío Vania”, “El Jardín de los Cerezos” y “Las Tres Hermanas”, conforman un retrato naturalista, con cierto toques de simbolismo, de una época y una sociedad en decadencia que desaparecería pocos años después.
La complejidad de los personajes chejovianos estaba más allá de la interpretación de los actores del momento. La mímesis no servía para unos personajes que callaban más de los que decían. En “La Gaviota” no hay grandes escenas dramáticas porque dichas escenas ocurren fuera de foco. No es una obra con un personaje principal, sino un drama coral, de personajes insatisfechos, con un deseo vital de amar y ser amados sin que ese deseo se cumpla. Chéjov les hace deambular por el escenario hablando de trivialidades pero dejando caer, como pequeñas gotas, los conflictos de cada uno; en el primer acto, Treplev deshoja una margarita juzgando el desamor de su madre y revelando el gran conflicto del personaje: “…¿Ves?… ¡Mi madre no me quiere!…”, “… me da pena que mi madre sea una actriz célebre, y me parece que si fuera una mujer como otra cualquiera, yo sería más feliz…”. En la escena segunda del segundo acto, hay un diálogo que me resulta especialmente interesante entre Trigorin y Nina, en el que el escritor habla de su necesidad vital de escribir, casi como un sufrimiento; no vive su éxito como lo perciben los demás e incluso se extraña de la adoración de sus lectores, ello no es óbice para que utilice todo y a todos a su alrededor para sus novelas y, como pequeño apunte a lo que sucedería después con Nina, como una de esas pequeñas y preciosas gotas que deja caer Chéjov, Trigorin lo refiere así: “… para conseguir la miel que luego entrego a algunos de los seres que pueblan el espacio, he de recoger antes el polvo de mis mejores flores, destrozarlas y pisotear sus raíces”. Y sobrevolando la obra, una gaviota: con la que se compara Nina en el final de la escena II del primer acto, o la que deja caer Treplev, muerta, a los pies de Nina, en la escena II del acto segundo, como símbolo del futuro de ambos personajes; o la protagonista de unas notas sobre un argumento pergeñado por Trigorin que comenta al final del segundo acto; y, finalmente, cerrando la analogía, Nina firma las cartas que envía a Treplev como “la gaviota”.

Como diría Stanislaski en “Mi vida en el Arte”: “su delicia consiste en lo que no se transmite con palabras, en lo que está entre oculto, en las pausas, en las miradas, en la irradiación de sus sentimientos interiores”.
Dánchenko y Stanislavski, utilizando sus experiencias en el estudio de personajes, consiguen dotar a los personajes de vida, de un pasado y un futuro que les hace trascender más allá de la obra. Entran en escena el famoso “subtexto”, la memoria emocional, la “línea de la intuición y el sentimiento”.
Deciden montar la obra con miedo, pero con entusiasmo, no solo artístico, ya que el teatro tenía dificultades económicas. Chéjov, gravemente enfermo por una crisis de su enfermedad, la tuberculosis, quedó muy disgustado por la malograda primera puesta en escena y temían por su reacción ante un nuevo fracaso. Incluso la hermana del autor abogó varias veces por suspender el proyecto. A pesar de todo, siguieron adelante, profundizando en la obra y en sus personajes, con “profundas discusiones” y llegando incluso a disputas, por las diferentes maneras de encarar la puesta en escena.
El rotundo triunfo de la obra le llegó a Chéjov en un “minucioso telegrama explicativo”.
Si bien Chéjov no pudo asistir a ninguna representación de aquella temporada, el equipo entero consintió en hacer una especialmente para él, montaje en el que pudo involucrarse personalmente.
El Teatro del Arte de Moscú llevaría a escena después, entre un largo repertorio, el resto de las obras de Chéjov, pero la importancia que para ellos representó aquella primera obra se reconoce en que el TAM luce desde entonces, como símbolo, una gaviota.
La gran acogida que tuvo el “método” del actor ruso en Estados Unidos durante una gira del Teatro del Arte de Moscú a principios de los años 20 del siglo pasado, anima a Konstantin Stanislavski a escribir “Mi vida en el arte” a modo de memorias y “El trabajo del actor sobre sí mismo en el proceso creador de la vivencia” que narra las vivencias de un grupo de alumnos de una escuela de teatro junto a su profesor y que contiene las bases del “método Stanislavski”.
Konstantin Stanislavski, junto al dramaturgo ruso Dánchenko y el resto de los componentes de la pequeña compañía del TAM ponen la primera piedra de lo que sería el trabajo del actor en el teatro y el cine contemporáneo.
En la web de RTVE, se pueden encontrar las diferentes versiones que se realizaron, con más o menos acierto, de la obra; todas ellas se enmarcan en el espléndido programa “Estudio 1”
Referencias
- Imagen de portada: Jorge Balbás Utrilla
- Chéjov A (1896). “La Gaviota”. Accesible en: https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-gaviota–1/html/ff0a0f4a-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.htm
- Stanislavski K. “Mi vida en el Arte”. Ediciones Siglo Veinte. Buenos Aires
- Stanislavski K. “El trabajo del actor sobre sí mismo en el proceso creador de la vivencia”. 4ª ed. Alba Editorial. Barcelona
Esperanza Arguijo Mayoral
Actriz a tiempo parcial. Estudiante del Grado de Geografía e Historia de la UNED a tiempo parcial, también. Cinéfila de las que comenzaron a formarse en los maravillosos cines de barrio. Amante de los libros, de todos... bueno, de casi todos. Y casi jubilada con un montón de proyectos. Me encanta la Historia, con cierta querencia por ciertas épocas: el antiguo Egipto, la época Tudor y la sociedad victoriana.