La historia de los cátaros ha estado siempre rodeada de un halo de leyenda y misterio, donde se entrecruzaron múltiples intereses políticos y religiosos. ¿Quién no ha oído hablar del tesoro cátaro o del Grial? ¿O de un País Cátaro ubicado al norte de los Pirineos, con profundos valles e inexpugnables castillos en altas cumbres? De persecuciones, de cruzada, de Inquisición, con ciudades tan importantes como Toulouse, Carcasona, Albi o Narbona…. En fin, vamos a contarlo.
A mediados del siglo XII se desarrolla en la Europa occidental un movimiento religioso con enorme implantación social, que va a poner en peligro no solamente a la Iglesia católica, sino que además va a remover los cimientos de la propia sociedad medieval europea. Los cátaros son cristianos, buscan una nueva lectura del cristianismo basado en la pobreza evangélica y la predicación.
Europa vive durante el siglo XII una época de progreso generalizado, las ciudades crecen, hay un fuerte dinamismo económico, es la época del nacimiento de la burguesía. La Iglesia se ha convertido en un poder feudal y vive una situación de enorme descrédito. La vida de parte del clero escandaliza, la codicia y la corrupción están por todas partes. ¿Cómo predicar una vida cristiana desde el lujo y la opulencia?
Frente a ellos el catarismo surge como una Iglesia alternativa, rechazan el mundo. Dicen que ellos son la Iglesia, porque ellos sí siguen a Cristo, llevando una vida apostólica, sin posesiones ni dinero, como el propio Cristo o sus discípulos, que no poseyeron nada. Se dirigen a través de una vida santa y estricta de ayuno y abstinencia, orando y trabajando. Abogan por una vida de pobreza y renuncia para alcanzar la perfección espiritual.
Los cátaros o albigenses, a diferencia de otros movimientos de la época no pretenden reformar la Iglesia, no son un movimiento disidente más, sino que se presentan como la verdadera Iglesia, como alternativa a Roma, y esa es la gran amenaza.
El movimiento cátaro se implantó en muchos países europeos, sobre todo en el norte de Italia y el sur de Francia, fue en el Languedoc donde adquirió mayor desarrollo. La Iglesia cátara se organizará en diócesis y contará con sus propios obispos y diáconos que, a diferencia de los católicos, viven y predican en una pobreza absoluta.
En el Languedoc hubo hasta seis obispados y numerosas sedes de diáconos. Además, la Iglesia cátara celebrará sus propios concilios. Todo ello nos da idea de la enorme magnitud que alcanzó el movimiento.
La doctrina cátara: Por qué Roma les declaró herejes
A partir del Concilio de Nicea (325), toda doctrina no coincidente con la ortodoxia cristiana era considerada herejía por la Iglesia. Para el cátaro el gran problema es nuestro mundo y el origen del mal, ¿cómo puede existir el mal en un mundo creado por Dios?
La doctrina cátara tenía como base el denominado DUALISMO, que defiende la existencia de dos principios supremos opuestos y coeternos, el del Bien, creador de los espíritus y el del Mal, creador de la materia. Tendríamos dos dioses, por un lado, el dios Celestial, señor del Cielo, y por otro el dios del Mal, demiurgo (creador) de la Tierra y señor de todo lo que hay en ella.
El dios Celestial era infinitamente perfecto y bueno, había creado el mundo invisible donde habitaban los espíritus perfectos. Al dios Celestial correspondía todo lo inmaterial, lo bueno, lo permanente e inmutable.
El dios del Mal, Satán o Lucifer había creado la Tierra, el mundo visible de la materia donde reside el pecado y el mal, lo temporal y lo perecedero. El mundo era el lugar donde combatían ambos dioses.
El dualismo es un concepto religioso muy antiguo, existía antes que el propio cristianismo. Ya el cristianismo de los primeros tiempos tuvo que hacer frente a distintos movimientos de carácter dualista. En un principio fueron los gnósticos, corriente filosófica que impregnó en el cristianismo de los primeros tiempos.
Posteriormente, ya en el siglo III, aparece el maniqueísmo, una fe sincrética mezcla de zoroastrismo, budismo y del propio cristianismo. Fundada por Manes, profeta y mártir persa, tuvo tanta fuerza y difusión que hasta san Agustín de Hipona perteneció a él en sus primeros tiempos.
Entre los distintos movimientos dualistas no se puede dejar de citar el de los bogomilos, movimiento que se desarrolló en Bulgaria durante el siglo X, y se considera un precedente de los cátaros con el que comparten elementos comunes.
No todas las concepciones dualistas son iguales. El dualismo posee distintos grados que van desde el dualismo absoluto, que considera el Bien y el Mal como dos principios equivalentes en fuerza y poder, y en lucha por toda la eternidad, hasta un dualismo moderado que entiende el principio del Mal como un poder secundario. Mientras que el dualismo absoluto afirma que el mundo material es malo, el moderado admite la creación como buena.
El dualismo cátaro es un dualismo absoluto. Las almas celestes, piensan, han sido conducidas por el Mal y se encuentran aprisionadas por la materia de la que solo podrán liberarse a través de sucesivas purificaciones. Creen en la reencarnación, y es a través de diferentes reencarnaciones como el alma se va purificando, para finalmente llegar a un estado de perfección tal, en el que el alma libre ya del cuerpo material accederá al reino celestial del Bien.
Los cátaros, no solo rechazaban la Iglesia y la jerarquía católica, conformaban una auténtica Iglesia alternativa.
La comunidad cátara se dividía en dos grupos. Por un lado, estaban los Perfectos, eran la jerarquía, los más comprometidos, llevaban una vida totalmente austera, no tenían bienes propios, se abstenían de carne, vivían en comunidad, hombres y mujeres por separado, dedicaban su tiempo a la predicación y de entre ellos se elegían a los obispos y diáconos.
Por otro lado, estaban los Creyentes, eran la mayoría, llevaban una vida normal, poseían bienes, comían carne, les estaba permitido el matrimonio, pero a diferencia de los Perfectos, aún no han recibido el espíritu y, salvo que lo reciban antes de la muerte, estaban muy lejos de alcanzar el grado de perfección tal, que les liberase de la materia y les permitiera acceder al mundo celestial, para lo cual aún les quedaba un largo camino de sucesivas reencarnaciones.
La mujer tenía un gran reconocimiento en la comunidad cátara, en fuerte contraste con la propia sociedad medieval. Consideraban a los hombres y mujeres iguales, ya que los cátaros reconocían el principio femenino en la divinidad (Dios era tanto hombre como mujer).
Cristo para los cátaros emanaba de Dios y había sido adoptado por Él como Hijo de Dios, pero no era Dios. Pensaban que hasta su llegada, la Humanidad había estado regida por el Principio del Mal, con el que relacionaban al propio Jehovah del Antiguo Testamento.
Negaban también la misa y los sacramentos, solamente tenían uno: el Consolamentum, que consistía en la imposición de manos por un Perfecto. A través de ello el Creyente, alcanzaba el grado de Perfecto y quedaba obligado a llevar una vida como tal. A partir de ese momento su alma quedaba en manos del Espíritu.
Pero no todos los Creyentes se sentían con fuerzas para recibirlo, en ese caso solían recibir la Convenentia, que era un pacto para recibir el Consolamentum antes de la muerte.
No veneraban la cruz, porque para ellos había sido el instrumento de tortura de Cristo. Tampoco veneraban imágenes ni reliquias, su culto se reducía a reuniones donde se leía el Nuevo Testamento (utilizaban la traducción en lengua vulgar, que prohibiría el concilio de Toulouse en 1229), bendecían el pan, y normalmente tenían una comida en común.
La reacción de la Iglesia
El catarismo había arraigado en todas las capas sociales. La situación era más grave en la zona del Midi francés (el tercio sur de Francia), y especialmente en el Languedoc, donde el poder señorial y la burguesía mercantil apoyaban y protegían a los herejes.
En un primer momento la postura de Roma fue conciliadora. Tanto Alejandro III, como Inocencio III, enviaron diversas misiones con el fin de reconducir a los herejes a la verdadera Fe, a través de discusiones y debates. Una especie de cruzada espiritual pero con escaso éxito, debido entre otras causas a la mayor formación espiritual de los interlocutores cátaros, lo que hacía que se impusieran en los debates.
Muchos cátaros son teólogos, grandes conocedores de las escrituras, poseían una alta formación intelectual. Frente a ellos, el clero católico tenía escasa formación, a partir de ahora Roma tomará como prioritaria la formación del clero.
El primer proceso por herejía tuvo lugar en la región de Albi en 1165, pero el movimiento no fue declarado herético hasta 1187.
La situación política
Dos eran los elementos que subyacían en el panorama cátaro, uno era el religioso del que hemos hablado hasta aquí. El otro, no menos importante e indisoluble del anterior era el político. En esa época el sur de la actual Francia no estaba controlado por el rey francés, era un territorio fragmentado que estaba en manos de una serie de señores feudales independientes del poder real y que mantuvieron una activa protección del catarismo, que fue variando en función del momento y de sus propios intereses.
En la Occitania había distintos señores feudales, obligados entre sí por pactos y vínculos de vasallaje. Había tres grandes señores y junto a ellos otros señores menores. Todos a su vez eran vasallos del rey de Aragón Pedro II.
Raimundo VI (1194-1222), conde de Toulouse. Era el más destacado de todos, protegió a los cátaros, aunque siempre tuvo una actitud contradictoria, en función de sus intereses. Pese a actuar como buen católico no reprimió la herejía como dictaba Roma. Era cuñado y aliado del rey de Aragón.
Raymond Rotger (1188-1223), conde de Foix. Gran defensor del catarismo, hábil político, también vasallo del rey aragonés, fue el gran opositor a los cruzados.
Raymond Rotger de Trencavel (1185-1209), también cuñado y vasallo de Pedro II, vizconde de Béziers, Albi y Carcasona. Participó heroicamente al inicio de la Cruzada. Tras la caída de Beziers, defendió Carcasona, que sitiada acabó en manos de los cruzados. Hecho prisionero por Simón de Montfort, murió encarcelado al poco tiempo.
Hasta aquí la primera parte. La próxima semana hablaremos de la Cruzada Albigense, la Inquisición y el desenlace de este interesante episodio de la historia europea. Finalmente intentaremos ver qué hay de real en cuánto al mito y la leyenda.
Fuentes
- Imagen de portada: Les cathares. Bernard Romain. Camurac (Languedoc). https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Les-Cathares_2.jpg
- MARTIN, Sean, Los cátaros, sus secretos revelados, Evergreen. 2008.
- MITRE, Emilio, Ortodoxia y herejía entre la antigüedad y el medievo, Madrid, Ediciones Cátedra. 2003.
- ROPS, Daniel, La Iglesia de la catedral y de la cruzada, Barcelona, Edit. Luis de Caralt. 1956.
- ROUX-PERINO, Julie, BRENON, Anne, Los cátaros, Barcelona, MSM Editions. 2006.
- DE MOXÓ, Francisco, Los Cátaros, Madrid, Cuadernos Historia16 nº 66, pp. 19-26.
- GRAU TORRAS, Sergi, Conferencias Fundación Juan March, Abril 2023:
- https://canal.march.es/es/coleccion/historia-cataros-44083
- https://canal.march.es/es/coleccion/pensamiento-mitos-cataros-44089
Pedro García Ruiz
Su entusiasmo por la Historia corre parejo con su pasión viajera. Ldo. en Ciencias Económicas. Su curiosidad le llevó siempre a querer ver lo que hay más allá, viajero incansable, siempre le fascinó conocer otros lugares y comprender otras culturas. También le gusta la filosofía, el pensamiento y el saber humano es su otra gran pasión. La vida como un continuo aprendizaje.