Prácticas adivinatorias y “prodigia” como instrumentos de poder

Los arqueólogos Jean Clottes y David Lewis-Williams publican a finales del siglo XX, “Les Chamanes de la Prehistoire”, obra en la que intentan relacionar las representaciones de arte rupestre con las prácticas chamánicas y las alteraciones de la conciencia. Esta explicación partiría del supuesto de que las figuras y las imágenes plasmadas en las paredes de las cuevas estudiadas serían la representación de sueños y alucinaciones propios de un estado de alteración de la conciencia y de la existencia del chamanismo, que se evidencia en sociedades cazadoras-recolectoras de prácticamente todas partes del mundo. Y las cuevas en las que se encuentran dichas representaciones serían santuarios que pudieron ser lugares de encuentro entre distintas comunidades y en las que se celebrarían ritos chamánicos.

Más allá de la imposibilidad de probar unas teorías y otras, los seres humanos que vivieron en el Paleolítico superior y que, según expone Lewis-Williams en “La mente en la caverna”, poseerían ya todas las características neurológicas del hombre moderno, tendrían inquietudes parecidas a las de sus futuros descendientes con respecto al clima, al resultado de sus expediciones de caza y, en general, a todo lo que influyera en su subsistencia, por lo que no sería descabellado pensar en su creencia en alguien superior a ellos y en la existencia de ciertos rituales que aseguraran una buena caza o que alejaran las inclemencias climatológicas de sus territorios con la invocación de ese alguien superior. También es verosímil pensar que el resultado de una buena caza se celebraría con algún tipo de banquete ceremonial en el que participase toda la tribu o que, en época de carencia, se realizara algún ritual sacrificial y el posterior banquete. Nada muy distinto de los supuestos para las tribus celtas con la interpretación de las evidencias encontradas.

Los rituales mágicos y de adivinación que se evidencian, no solo en la península ibérica sino en la mayoría de las civilizaciones conocidas, tienen seguramente raíces muy largas en un pasado remoto y llegan hasta nuestros días. La necesidad del hombre de buscar la protección frente a una naturaleza a menudo hostil, de asegurar su subsistencia y conocer y saber a qué se enfrenta, creo que es la base de la religión y la magia, que van íntimamente ligadas.

Peñausende (Wikimedia Commons)

Uno de los ritos más antiguos en la península ibérica tiene que ver con las “peñas sacras”, encontradas en el área noroccidental. Asociadas a prácticas adivinatorias y relacionadas con ciertos ritos específicos, incluso hasta bien entrado el siglo XX, y que parecen anteriores a la entrada de Roma en la península ibérica. Dichas prácticas, como la de arrojar guijarros a una peña sacra e interpretar el rito según donde caigan los pequeños cantos, han resistido el paso de los diferentes pueblos por la península, a lo largo de su historia, sobreviviendo incluso al proceso de cristianización y al intento de erradicar las costumbres paganas por parte del clero.

Al mismo tiempo, y más allá de la necesidad del hombre de saber lo que le depara el futuro, hay también un uso de adivinaciones, presagios y prodigios por parte de ciertas élites, más terrenal: su utilización para los propios intereses de quien los “interpreta”. Augusto se vale del “prodigio de Munda” para legitimarse como heredero de Julio César y para validar el cambio tan profundo de gobierno que Roma asume con su llegada al trono.

La utilización de ciertos símbolos, como la “cierva de Sertorio” que este usó sabiendo que el ciervo era animal sagrado entre los celtas, cuando necesitaba mercenarios hispanos para su guerra con Sila; o la palmera, utilizada en el “prodigio de Munda”, árbol que en la mitología cartaginesa se relaciona con la fecundidad y cuya representación se extiende por toda el área ibérica.

Dada la intensa implantación de estos ritos adivinatorios y prácticas mánticas, no fue extraño que la Iglesia, aunque los combatiese de manera firme, tal y como se ve en las actas de los concilios celebrados en Hispania, también se apropiase de algunos de ellos: de la manifestación de Dios a través de los sueños y los estados alterados de la conciencia, y de las prácticas proféticas y sanadoras, así como del uso de “prodigia”, hay numerosas evidencias.

Hidacio, obispo que vivió en el siglo V en el noroeste peninsular, en la época de la penetración en Hispania de suevos, vándalos y alanos, dio cuenta de tan numerosos prodigios y portentos en las páginas de sus crónicas que resultaría del todo imposible que todos hubieran ocurrido en tan poco espacio de tiempo (terremotos, eclipses, monstruos, etc.) y que le servirían para poner en contra de los bárbaros a la población de la Gallaecia.

Una vez instituido el cristianismo en religión oficial, y a pesar de que en las leyes promulgadas y en los textos de los grandes autores de la época, como Martín de Braga y Agustín de Hipona, aparece la prohibición expresa de dichas prácticas adivinatorias, en muchas ocasiones bajo importantes sanciones y vinculándola con rituales demoníacos, esta práctica sigue viva entre la población, especialmente en las regiones rurales más alejadas de los centros de poder y en donde menos arraigo parece tener la nueva religión.

Es por eso que la Iglesia toma varios caminos para intentar erradicar estos rituales, por una parte, los lugares sacros en donde se practican se intentan eliminar o cristianizar, convirtiéndolos en lugares de culto cristiano. Por otra, reconvierte divinidades locales en santos o diablos y cristianiza algunos ritos asociados a ellos en una especie de “hibridación” entre la antigua religión, al parecer todavía con mucho predicamento entre la población rural, y la nueva fe oficial del Estado. Siendo los “prodigia”, una de las prácticas que más se utiliza entre el clero cristiano. También las “sortes biblicae” se utilizan como método de adivinación, al abrir la Biblia y utilizar la lectura de uno de sus versículos como fuente de predicción de futuro.

Gruta de Lourdes (Wikimedia Commons)

En la Hispania tardoantigua y visigoda, existían iglesias dedicadas a algunos mártires y santos cristianos en los que se daban también curaciones incluso a través de sueños premonitorios; algunas de esas iglesias habían sido anteriormente santuarios paganos en los que se practicaba la “incubatio” terapéutica.

Los éxtasis de santa Teresa y de algunas religiosas o futuras santas en los que la divinidad se presenta en sueños o en visiones con profecías sobre un futuro o sobre la sanación de ciertas personas son un claro testimonio de “incubatio” que la Iglesia admite como milagros.

Incluso en los “prodigia” más actuales se ven ciertos símbolos que parecen entroncar con el pasado: la Virgen de Fátima se aparece a los pastorcillos en una encina, árbol que fue considerado sagrado en el culto celta y en la mitología griega, y que aparece además en otros “prodigia” católicos como los relacionados con la Virgen de la Encina en El Bierzo y en Jaén.

En 1858, la Virgen se le aparece varias veces a Bernadette, una humilde pastora, en Lourdes, en la entrada de una gruta, en uno de los “prodigia” contemporáneos más conocidos. Los dos símbolos más importantes que lo acompañan son el agua milagrosamente sanadora que mana de una fuente descubierta por Bernadette a indicaciones de la Virgen y la roca sobre la que esta hace su aparición. Al santuario acuden enfermos que se bañan en el agua, tocan la roca y dejan sus deseos en una urna detrás de esta, ritual este último que tiene cierto parecido con los asociados a las “piedras sacras” y todo el rito, en general, se asemeja a los santuarios dedicados a la “incubatio terapéutica”.

Solo es a partir de los años 70 del siglo XX, cuando la historiografía se ocupa en profundidad sobre la importancia socio-cultural y política de los ritos adivinatorios en la península ibérica, teniendo en cuenta el lugar y el momento en el que se realizaban.

Referencias

  • Imagen de cabecera: Pintura mural en Cova dels Moros.
  • Blázquez JM. “Religiones en la España antigua”. Madrid. Ed. Cátedra; 1991.
    Lewis-Williams D. “La mente en la caverna”. Madrid: Akal; 2005
  • Olmos R. “La ninfa Ilike”. En: Tortosa T, Celestino S (eds.) y Cazorla R (coord..). “Debate en torno a la religiosidad protohistórica”. Madrid. CSIC, 2010. Pág. 49-63.
  • Ripoll S. “El arte paleolítico II”. En: Ripoll S (coord..), Roberto J, Jordá JF, Maíllo JM, Muñoz FJ y Quesada JM. “Prehistoria I. Las primeras etapas de la Humanidad”. 2ª ed. Madrid: Ramón Areces; 2014. Págs. 457-464.
  • Sanz Serrano RM. “Adivinación y sociedad en la Hispania tardorromana y visigoda”. En: “Estudios sobre la Antigüedad en homenaje al profesor Santiago Montero Díaz”. Anejos de Gerión II, nº Extra 2. Madrid. UCM; 1989. Págs. 365-390.
  • Página web del Santuario de Fátima en Portugal
  • Página web del Santuario de Lourdes en Francia
  • Página web del ayuntamiento de Baños de la Encina, Jaén.
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