Celebraciones en torno al vino en Roma. Vinalia priora, rustica y Meditrinalia
- Genís Moreno Fernández
- 12 septiembre 2022
La relación de los romanos con los dioses
Cualquier estudio mínimamente serio sobre la religión en Roma va a tener que afrontar el propio concepto de religión. El término es bastante oscuro, según parece, y analizar el significado de la religión en el mundo romano es realmente complicado dados los prejuicios en torno a su adopción e imitación de dioses ajenos. La realidad, como siempre, es muchísimo más compleja y rica en matices.
El tema que hemos de tener claro es que el mismo concepto de religión se basa en la relación entre dioses y humanos. La religión romana depende de ritos perfectamente estructurados de los que muchas veces se ha perdido el origen. Pero se sigue realizando porque satisface a los dioses.
La religión romana no es un sentimiento vago y personal que dependa exclusivamente del individuo. Lo cierto es que implica el reconocimiento y la aceptación de los dioses como parte del orden social y político de una civitas. Esto se manifiesta en una serie de actos rituales establecidos legalmente, la finalidad de los cuales es mantener la estabilidad de la sociedad.
[…] ut iam universus hic mundus una civitas communis deorum atque hominum existimanda.
[…]por lo que ya este universo debe ser estimado una ciudad común de dioses y hombres.
Cicerón, Leg. I 23.
El contrato cultual constituye el aspecto más concreto de la religión romana y vuelve efectivo y legitima una especie de commercium. Mediante este “comercio“ el hombre ofrece rezos y sacrificios al dios y el dios responde a la ofrenda con dádivas y favores. Al final, la relación entre dioses y humanos en Roma, se parece más a un contrato que a otra cosa, aunque esta simplificación sea un error.
Las tres festividades de las que voy a hablar, las dos vinaliae y la meditrinalia, van a formar parte de este entramado cultual, resumido habitualmente en la fórmula do ut des, te doy para que me des. Más adelante retomaremos este tema.
El ciclo del vino
El proceso de vinificación se inicia con el cultivo de las viñas. Las labores dedicadas al vino empiezan mucho antes de la vendimia. Columela, en su De re rustica, en el libro III, nos introduce en el mundo vitivinícola, partiendo de la elección del suelo o de donde extraer el malleolus o cabezudo que plantaremos. El agrónomo gaditano, además, nos da un plazo para verificar si la viña será fértil y rentable. Según nos cuenta, hay que dejar más de un año pero menos de cuatro. Pasado ese margen se sabrá si es estéril o fecunda, si da mucho o poco fruto, etc.
En el siguiente libro, el IV, nos cuenta los cuidados que requiere la viña, las formas de cultivo, las podas, como poner los rodrigones para que se mantenga erecta, como trasplantar el majuelo, cuando despampanar…
Más tarde viene la vendimia, el prensado, el proceso de vinificación como tal, el reposo en dolia y su sellado y, finalmente, su apertura para la comercialización y consumo. Particularmente reconozco que es una lectura interesante dada la cantidad de detalles que da el autor de Gades.
Hacia la primavera las viñas han empezado a sacar las yemas, el llamado desborre. A partir de entonces aparecen las hojas y las inflorescencias. En verano, una vez polinizadas, empiezan a producir los frutos que madurarán para finales de verano o principios de otoño. Es en ese momento cuando se procede a la vendimia.
Vinalia rustica, meditrinalia y vinalia priora
Dentro de ese ciclo tenemos tres fechas señaladas, cada una con sus propios ritos y finalidades.
El orden cronológico, sería vinalia priora en abril, vinalia rustica en agosto y meditrinalia en octubre. Yo, sin embargo, opto por seguir el ciclo “enológico”, por así llamarlo.
La vinalia rustica, ante diem XIV Kalendas Septembres (19 de agosto)
La primera fiesta, la vinalia rustica, se celebra el 19 de agosto. Su principal finalidad es pedir a Júpiter precapitolino que no destroce los viñedos con las tormentas veraniegas.
En esta fiesta el flamen dialis, el principal y más antiguo sacerdote de Júpiter o dis pater, de ahí dialis, sacrificaba un cordero y arrojaba las entrañas junto a un racimo de uvas sin madurar al fuego. Además, tomaba los auspicios en la auspicatio vendimiae, mediante la cual se analizaban las señales. De este modo se comprobaba si se contaba o no con el favor de los dioses.
El tema de a qué deidad iba dirigida esta festividad ha dado para debates muy interesantes. Varrón señala que el origen del nombre deriva de VINUM; según Isidoro de Sevilla, no obstante, deriva de Venus, a quien era dedicada la fiesta, y de Venenum, como dice en sus Eitmologías que los antiguos llamaban al vino. No obstante, esto último parece poco probable.
La vinculación con Júpiter está fuera de dudas, pero con Venus es complejo. En teoría, en la Vinalia priora se vertía vino en la escalinata de su templo, por lo que podría haberse tratado de un error al llamarse las dos fiestas igual. Pero hay detalles que hacen cuestionar esta visión.
Francesco Marcattili, por ejemplo, relaciona la festividad con una vertiente más antigua de Venus, vinculada a los huertos. Es curiosa la coincidencia temporal de festividades de Templos de Venus con estas Vinalia. El dies natalis del templo de Venus Ericina en Porta Colina era el 23 de abril, coincidiendo con la vinalia priora; el 19 de agosto se celebraban los del Templo de Venus sobre el Esquilino y el del aedes de Venus obsequens en el Circo Maximo. Además en este último día tenían fiesta los hortelanos bajo auspicio de la propia diosa.
Puede que su origen se deba a que, según parece, el edil curul Quinto Fabio Gurges habría erigido este último templo cerca del Circo Máximo, en honor de Venus Obsequens u obediente, en 295 a.C. con el dinero de las multas que pagaron las matronas tras excederse en esta festividad.
Marcattili señala, del mismo modo, la relación existente entre ambos dioses en la figura de la advocación de Venus Iovia. A su vez, como veremos en el caso de la vinalia priora, puede tener que ver con el ciclo de Eneas y la ofrenda que hizo por vencer a Tulcas.
En resumen, la Vinalia Rustica habría servido para garantizar el buen tiempo a finales de verano y, de paso, evaluar los auspicios para la próxima vendimia. Con esta fiesta se inauguraba la temporada de producción vinícola, aunque la vendimia per se empezaba más tarde, en un día no fijado que dependía del lugar y la maduración del fruto.
Otro hecho interesante es que esta festividad será tan relevante, que va a tener su adaptación y continuación en el imperio Bizantino entre los siglos VII y X, aunque celebrada el 15 de agosto. En el De caeremoniis se establecía todo el ritual de esta compleja festividad destinada a inaugurar la vendimia, a pesar de que esta no arrancaba hasta, mínimo, un mes más tarde.
Es el caso de otra festividad que, como tantas otras costumbres paganas, van a sobrevivir en un contexto cristiano, por ejemplo aquí cambiando al flamin dialis por el patriarca de Constantinopla.
La Meditrinalia, ante diem V Idus Octobres (11 de octubre)
La siguiente festividad se celebraba ya cuando la uva había sido prensada y el mosto estaba en los dolia cerrados, fermentando y reposando. De esta fiesta en realidad no sabemos casi nada.
De nuevo estaba dedicada a Júpiter y, posteriormente, los romanos habrían “creado” a la Diosa Meditrina para la fiesta. Por Varrón sabemos que venía de la palabra MEDEOR, sanar, y que la ofrenda iba acompañada de una frase u oración:
Novum vetus vinum bibo: novo veteri morbo medeor.
Bebo el vino viejo y el nuevo; me curo de los males viejos y de los nuevos.
Varron, Lingua latina, VI, 21
El hecho que la fórmula no incluya nombres de divinidades apuntaría a una etapa predeística, muy primitiva.
Varrón nos dice además que, según Flaco, el flamin marcial, ese día se hacían libaciones de vino nuevo y viejo y se probaban como medicina.
Tradicionalmente los estudiosos vinculaban esta festividad con el cerrado de las botas según señala Paolo Bracani. Por su parte, Dumézil, argumenta que ser referido como medicamento no es tanto por curar a las personas, si no el vino nuevo. Mezclando ambos vinos se aseguraban un vino “curado”. Así pues, cuando hablan de beber vino nuevo y viejo, no sería beber dos vinos si no esta mezcla de ambos, una especie de coupage.
Esta mezcla no era adecuada para el dios, quedando al margen de su cuidado. Según De Cazanove, el mezclado no era distinto al tratamiento del resto de vinos, también medicados o aderezados, dada la mala calidad de la materia prima en general. Este vino impuro de la meditrinalia no era apto para el dios y por eso podía ser bebido.
Este mestizaje de vinos, por otro lado, podría referirse a un sistema similar al de la solera del Jerez. El propio Bracani, sin embargo apunta que eso estropearía el sistema de las añadas. Por otro lado sabemos que la datación del vino era importante en Roma, tal y como se desprende de la fama de la cosecha Opimia, del 121 a.C.
Por otro lado hay que tener en cuenta que el vino no se podía probar hasta la vinalia priora, es decir, tras ofrecer el calpar a Júpiter. En ese momento el líquido pasaba a ser vinus novus ¿Cómo puede ser llamado vino nuevo si este nombre no lo recibe hasta abril?
El mosto recién prensado era libado a Liber y Libera, personificaciones de Baco. El vino fermentado era dominio de Júpiter y se le ofrecía en la Vinalia priora en abril. ¿En qué lugar quedaba, pues, esta festividad entre ambos momentos?
Braconi cree que esta fiesta marcaba el paso del vino nuevo al vino viejo. Según su teoría, Varrón dice que un vino de un año o anniculus, es considerado Vinum vetus. El vino no empieza a ser tal hasta la Vinalia priora, cuando se le considera vinum novus. El autor italiano defiende que el 11 de octubre es cuando el vino pasaba a ser viejo. El vino bebido era este recién envejecido. Al cambiar de categoría se convertía en novum vetus vinum, es decir, nuevo vino viejo y no dos caldos diferentes.
Si profundizamos en su idea se puede extraer otra conclusión. Si el vino pasa a “cumplir un año” en esa fecha, es por que un año antes habría pasado de ser mosto a ser vino. Por tanto, la Meditrinalia, por extensión, sería el nacimiento del vino.
La Vinalia priora, ante diem IX Kalendas Maias (23 de abril)
El vino ya fermentado estaba en condiciones de ser bebido y comercializado. Pero claro, antes había que hacer la ofrenda de agradecimiento. Los dioses requieren el pago por haber dejado que el vino sea producido. Y de nuevo nos encontramos con otra vinalia, la priora, que parece cerrar el año enológico.
En esta ocasión se abrían los dolia, las botas, los toneles, en general cualquier depósito que almacenara vino del otoño precedente. Parte de ese vino nuevo, el Calpar, era ofrecido a Júpiter, de nuevo en su acepción precapitolina, vinculada a las tormentas, para agradecer que no hubiera arrasado las cosechas. Pero además se ofrecía una libación en el templo de Venus, dejándolo correr por las escaleras.
Y es que, tal y como he señalado más arriba, era el dies natalis del templo de Venus Ericina. Esta Venus, cuyo templo en Roma se encontraba fuera de Porta Colina, tenía su origen en el templo que Eneas habría erigido a su madre divina en Erix, Sicilia. Para cuando llega a Roma se va a despojar de la parte más sensual del culto, es decir, las sacerdotisas que practicaban, según parece, la prostitución sagrada. Esta diosa tenía otros templos como el de la terraza meridional de Herculano, por ejemplo.
El origen de esta ofrenda sería la que hizo Eneas tras derrotar a Turno, rey de los rútulos, en su enfrentamiento con Mecentio. El troyano habría prometido a Júpiter parte del vino producido en la siguiente añada. Por otro lado, también es posible que lo agradeciera a su madre, tengámoslo presente.
Esta festividad, además, recuerda sobremanera al primer día de las Antesterías (Ἀνθεστήρια), la Pitegia (Πιθοιγία), cuando eran abiertos los Pithoi, las vasijas donde se contenía el vino. Una vez destapados los jarros, se ofrecían libaciones a Dionisos en su templo de Limnais o de los Pantanos.
Es remarcable que, en ambas festividades, esta ceremonia de apertura del vino marcaba la liberación de este. Con esta ofrenda se ponía fin a un tabú, pues el vino nuevo no podía entrar en la ciudad hasta haber sido ofrecido al dios pertinente.
En el caso romano tenemos, además, una inscripción que nos cita Varrón de una ley fijada en la puerta de Tusculum
Vinum novum ne vehatur in urbem ante quam Vinalia kalentur
Que no se transporte vino nuevo dentro de la ciudad antes de ser proclamada la vinalia.
Varrón, Lingua latina, VI, 16
Así pues, el vino nuevo se convertía en una suerte de tabú hasta que era ofrecido a los dioses, luego sería consumido en la propia festividad, ya fuera degustado a la romana o bien mezclado con agua y consumido de forma ingente en la celebración griega en honor de Dionisos.
La ofrenda, el “don/contradón”. Do ut des/do ut abeas
En todas estas fiestas, desde las vinalia hasta las antesterias, vemos que la religión antigua se rige por una especie de contrato. Esta vinculación contractual consiste en la oferta de bienes y oraciones a la deidad para buscar su protección o como agradecimiento. Esta práctica incluso hoy se realiza, pensemos en los múltiples objetos votivos que podemos encontrar en santuarios marianos. Walter Burkert analiza esta forma de relación con los dioses en “La creación de lo sagrado. La huella de la biología en las religiones antiguas“.
La ofrenda más antigua de este tipo que tenemos es una tablilla de bronce dedicada a Apolo, de en torno al 700 a.C., en la que Manticlo la ofrece a cambio de un grato retorno. Es una muestra de la relación humana-divina como intercambio de regalos, del mismo tipo que se daba entre los aristócratas, por ejemplo.
A través del regalo y contraregalo se mantenía la estabilidad social y las relaciones de amistad entre los hombres y entre estos y los dioses. Pero evidentemente todo regalo implica una contraprestación, por lo que el dar sirve para gestionar un sistema basado en el honor y la jerarquía, así como mantener la estabilidad interpersonal.
En la religión encontramos este comportamiento en todas partes. Platón en el Eutifrón define piedad como oración y sacrificio, considerando la religión una especie de comercio.
Los dioses, al ser honrados, disfrutan y devuelven los favores a los hombres. Si bien puede ser frío entender así la relación con lo divino, no hemos de obviar que la idea de la ofrenda es la misma que tras un regalo en esa forma de don/contradón. Este modo de vinculación social implica el contradón obligatoriamente. Es el do ut des, te doy para que me des.
Esta reciprocidad, según Burkert, es una forma de moral. Mediante esta formulación de relaciones se mantiene el grupo, permitiendo su supervivencia y éxito. El triunfo del individuo en el grupo no solo dependerá de su habilidad para transmitir sus genes mediante las trampas como teoriza el Gen egoísta de Richard Dawkins.
Lo curioso de esta reciprocidad es que está lejos de ser apercibida. Los dioses reciben su ofrenda pero la recompensa es difusa. Si pido aprobar un examen y hago una ofrenda y me va bien es gracias al dios, pero ¿y si fallo? Puede que la ofrenda no haya sido adecuada, o puede que el rito no se haya realizado correctamente, tal vez el dios considera que debía fallar por alguna razón. O puede que la petición no fuera clara. Quizá incluso el profesor u otra persona pidió con otra ofrenda que suspenda ¿a quién debe hacer caso el dios? ¿Cómo evalúo si la ofrenda ha sido correspondida? Estas preguntas, sin embargo, no implican el abandono de estas prácticas, como aun hoy día podemos ver. Se acepta que la petición llega y su respuesta queda a la voluntad de los dioses. Sin embargo parece que estas fórmulas rigen las religiones antiguas y parte de las modernas. A fin de cuentas el rezo, la ofrenda, etc, (don) es para tener un futuro mejor (contradón), ya sea en el mundo de los vivos o en el más allá.
Algunos tratadistas clásicos, además, vieron un problema en esta relación, y es que los dioses necesitan a los humanos. Sin nosotros, no tienen ofrendas, ni oraciones, ni libaciones, ni adoración. Algo similar a lo que ocurre en American Gods de Neil Gaiman.
En general, además, podemos apreciar que solemos considerar la petición como un “doy para que me des”, pero muchas veces era distinto. Se trataría del caso del sacrificio apotropaico o protector, lo que Jane Harrison ha llamado do ut abeas, es decir, te doy para que te vayas.
En el caso de nuestras festividades tenemos que la vinalia rustica es un tipo de demanda de protección, pretende alejar las tormentas que, por ejemplo, sacuden la cuenca mediterránea a partir de mediados de Agosto. Mediante esta ofrenda se solicita a Júpiter precapitolino, señor de las tormentas, que no arrase las plantaciones, que no deje caer su ira sobre las viñas destrozando la fruta.
En la vinalia priora, sin embargo, se tratan de un agradecimento. Sería, tal vez, el contradón. Los dioses han dado un don, un regalo, el vino ha fructificado. La humanidad responde con un contradón, ofreciendo parte de ese vino como agradecimiento.
Estas formas de relación con los dioses, según Burkert, permiten pasar del pánico a la estabilidad, puede que incluso sea una forma de manipulación al centrarse en la protección contra las amenazas divinas o naturales que penden sobre un destino incontrolable.
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Fuentes
- Foto de la cabecera, Fastos capitolinos del Museo capitolino, Roma, de Agnete
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- Varron. Lingua Latina
Genís Moreno Fernández
Graduado en Geografía e Historia y Máster en Mediterráneo antiguo. Me gusta aprender cosas nuevas, sobre lo que sea. Adoro la historia antigua, sobre todo Roma y sus relaciones con la península Ibérica, la Tardoantigüedad, la Corona de Aragón en la Edad Media, la formación de las nacionalidades y los nacionalismos, el siglo XIX, la 1a guerra Mundial, la Guerra Fría y la Transición. Además, la arqueología, la filosofía, el arte, los idiomas... Lovecraft, la fantasía, el terror, las pesadillas y el goticismo.