Segovia es una localidad que ya estaba poblada en tiempos prerromanos. Sabemos de la existencia de un oppidum arévaco, aunque hay evidencias de que el cerro donde se alza la ciudad vieja, entre los ríos Clamores y Eresma, estuvo habitado ya en el II milenio a. C.. Aquí llegaron los romanos de la mano de Tito Didio, conquistando el poblado en una campaña que finalizó en el 94 a. C., después de que éste hubiera estado décadas en la frontera de la República Romana. Este hecho ya dotaba a la zona de una fuerte dependencia económica de Roma.
Unos dos siglos después de la conquista romana, es posible que la población de Segovia ya alcanzase los 5.000 habitantes. Que toda la ciudad estuviera construida sobre un cerro tenía implicaciones sobre el acceso al agua, tanto para consumo público como privado. Existían pozos, así como fuentes, a lo largo de los valles del Clamores y del Eresma, pero el recinto urbano carecía de un suministro accesible y continuo.
Esta necesidad fue lo que impulsó la construcción del Acueducto Romano de Segovia. Más de 16 kilómetros desde el azud, o punto de captación, en la Sierra de Guadarrama hasta el centro urbano. Los primeros 15 kilómetros constituían un canal techado, necesitando para los últimos mil metros una estructura de piedra con la que salvar el desnivel y poder alcanzar el centro urbano. Este monumental último kilómetro es lo que se muestra imponente en la parte sur de la ciudad vieja, un símbolo para la ciudad desde el momento de su creación. Ante tal obra, era difícil ignorar que los romanos habían dotado a la ciudad de una infraestructura de abastecimiento de agua efectiva y costosa.
Pero ¿era esta la única opción que tenían los romanos para abastecer de agua eficientemente a la ciudad?
No, no lo era.
Los acueductos, entendidos como conductos para recogida y transporte de agua, sí que estaban presentes en todo el Imperio Romano, de una u otra forma. Lo que no era común es que estas obras de ingeniería tomasen esta forma monumental durante casi mil metros para un desnivel de menos de 30 metros, sin ni siquiera tener la necesidad de atravesar un río. Lo más frecuente, en circunstancias semejantes, era aplicar el Principio de los Vasos Comunicantes, mediante el uso de un sifón. Porque sí, a pesar de la creencia popular, los romanos sí que mantuvieron gran parte del conocimiento científico de los griegos. Y no sólo eso, sino que, además consiguieron aplicarlo de forma efectiva en sus obras de ingeniería.
Mediante este dispositivo, el agua puede atravesar un desnivel con un depósito a la entrada, una tubería sellada para salvar el desnivel y un depósito de salida. El depósito de entrada sirve para dotar a la tubería de la presión necesaria para salvar el desnivel y llegar al depósito de salida. Este sistema fue el que utilizaron los acueductos de ciudades tan importantes como Toledo. Con ello se permitía salvar cualquier desnivel de una forma mucho más económica que forzarse a mantener el desnivel a lo largo de todo el recorrido, con la consecuente creación de grandes estructuras de piedra.
Pero si los romanos tenían los conocimientos para realizar obras de ingeniería más económicas que pudieran aportar a la población los mismos beneficios, ¿por qué recurrieron a un acueducto monumental en Segovia? Por la misma razón que Roma repartió columnas y arcos por todo su dominio: Como soporte ideológico. La finalidad era concienciar a la población del poder de Roma y de la importancia de Roma en su día a día; una forma propagandística de romanizar a la población y limitar las revueltas.
La maquinaria propagandística en el Imperio Romano fue muy importante, tanto en el ámbito político en la ciudad de Roma, como en los confines del Imperio, donde la romanización de los pueblos fue clave para mantener el estado a flote. Los grandes monumentos, ya fueran Arcos del Triunfo, edificaciones civiles ostentosas o obras de ingeniería opulentas, tenían como fin mostrar la fortaleza y la presencia del Imperio Romano. Porque seguramente la gente de a pie muchas veces no entendía que bajo sus pies existía un complejo sistema de alcantarillado que saneaba la ciudad, pero sí que podía apreciar una gran estructura de piedra que servía para traer agua hasta el centro urbano.
Tras la caída de Roma, los acueductos monumentales perdieron importancia en muchas ciudades. En multitud de casos, su mantenimiento difícilmente justificaba los beneficios que aportaba a la ciudad, ya que bien se podían conseguir por otros medios. Aún así, los gobernantes más poderosos continuaron recurriendo a estas estructuras para impresionar a sus súbditos y visitantes. En cierto modo, esta forma de propaganda quería mantener vivo el pasado romano como forma de legitimar el gobierno presente.
Un gran ejemplo de esto también lo encontramos en Segovia. En algún momento de la edad media, el acueducto fue parcialmente destruido. La principal hipótesis barajada por los historiadores sostiene que esto sucedió durante el asedio de la ciudad por Al-Mamún, rey de Toledo, en el año 1071, afectando a la zona de arcos más baja (las dos primeras secciones en el grabado de Somorrostro).
Tras la coronación de Isabel la Católica en Segovia, el transporte del agua aún se mantenía, pero, tras el sitio del siglo XI, parte de la estructura de piedra destruida había sido sustituida por rudimentarios tramos de madera que, si bien cumplían con su labor, se veía sometida a continuos fallos por la podredumbre de la madera. Todo esto también afectaba gravemente a la cantidad de agua suministrada, que llegaba de forma muy limitada a su punto final: El Alcázar y residencia real.
Por todo esto, a finales del siglo XV, los Reyes Católicos aprobaron la reconstrucción de los arcos destruidos por la invasión musulmana, así como el cubrimiento de los 15 kilómetros de canales que separaban la ciudad del azud en la Sierra de Guadarrama. Para ello se utilizaron parte de las piedras romanas que aún se situaban en el entorno, así como otras talladas en canteras de granito de las afueras de la ciudad y poblaciones cercanas.
¿Era necesaria esta reconstrucción? No como tal. Posiblemente habría sido más económico recurrir a un sifón o incluso a una bomba de agua, como la creada por Juanelo Turriano en Toledo, que subiera el agua de los dos principales ríos que atraviesan la ciudad. Pero para la población segoviana, el acueducto ya era un símbolo, mantenerlo en pie y en uso era una cuestión de imagen que los Reyes Católicos también supieron aprovechar.
Más de 500 años después de su reconstrucción, el acueducto de Segovia ya no está en uso (desde mediados del siglo XX), pero su mantenimiento es clave para una nueva forma de propaganda: la ligada al turismo. Desde mediados del siglo XX, Segovia ha explotado su patrimonio para convertirse en un punto de referencia para el turismo nacional e internacional: sus iglesias románicas, su alcázar medieval (reconstruido) o su catedral gótica. Pero por encima de todas esas joyas culturales, el acueducto romano aún se alza como símbolo y principal aliado de la ciudad.
Fuentes
- Martínez Caballero, S. (2012). El Acueducto de Segovia: De Trajano al Siglo XXI. Ayuntamiento de Segovia (Segovia)
- VV.AA. (2002). El Acueducto de Segovia. Ediciones el Viso (Madrid)
- Barahona Oviedo, M., Arenillas Parra, M., & Rojas Rodríguez-malo, J. M. (2014). En torno a la red romana de abastecimiento de agua a Toledo: excavaciones en los terrenos de la Academia Militar de Infantería. Zephyrvs, 74, 203–223
- Aqueduct warfare: Water infrastructure and sieges in post-Roman Europe. Jip Barreveld en Leiden Medievalists blog
- El misterio de los 36 arcos del Acueducto de Segovia del arquitecto Escobedo. Luis Javier González en El Norte de Castilla
- Agua de sifón romana. Luis Montalvo Guitart en La Plazuela
- Imagen de cabecera: Acueducto de Segovia 10 (Fotografía de David Corral Gadea)
Miguel García Álvarez
Desearía que más personas se preocuparan del mundo tanto como se preocupan del que piensan que lo creó...
Me gustan los mapas y tengo un blog