“Una nube oscura y horrible cargada de materia combustible de repente se rompió y partió. Algunos lamentaron su propio destino. Otros rezaron por morir” escribió Plinio el Joven sobre la tragedia que preveía que se cernía sobre la ciudad.
Así comenzó la erupción del Vesubio, que arrasaría de manera catalítica con las ciudades romanas de Pompeya y Herculano.
El año pasado pudimos ver muy de cerca lo que podía provocar la erupción de un volcán y, aunque hubo pérdidas incuantificables a nivel material, hay que dar gracias a la tecnología y los medios de los que disponemos para que no hubiera que lamentar una catástrofe mayor. En la antigüedad era otro cantar. Para comprobarlo vamos a hacer un viaje por la ciudad de Herculano.
Herculano, en latín Herculaneum o también Herculanum o Heraclea, fue nombrada así en homenaje a Hércules. La ciuda se encuentra situada en la parte sur de Italia, en la región de la Campignia a 10 kilómetros de Nápoles.
La antigua Herculano fue conquistada por diversos pueblos, a destacar los griegos y los romanos. Con estos últimos la ciudad alcanzó relevancia y esplendor gracias a su puerto y el comercio que este atraía. Se convirtió en un lugar de recreo para los romanos, sobre todo para los vecinos de Pompeya.
El destino de los ciudadanos de Herculano cambió un 24 de Agosto del año 79 d.C, cuando entró en erupción el volcán Vesubio. El fenómeno golpeó más duramente a Pompeya. A causa del viento que soplaba, Herculano evitó la nube de piroclastos el día 24, pero el 25 sufrió con toda la intensidad una nueva erupción. Una nube de gas con una temperatura aproximadamente de 500 grados junto con cenizas y rocas arrasó la ciudad.
En un corto periodo de tiempo la ciudad quedó carbonizada y cubierta. Los ciudadanos no tuvieron posibilidad de salvarse y fueron incinerados o asfixiados. Tal fue la temperatura, que la carne de los huesos fue evaporada por el calor.
Años después, en el siglo XVIII, la ciudad fue descubierta cuando un buen hombre intentaba hacer un pozo para su señor, un noble francés. Al excavar, empezaron a aparecer todos los materiales y restos de lo que anteriormente fuera Herculano. Las ruinas estaban prácticamente intactas debido al cubrimiento que sufrió la ciudad, ese fango permitió la conservación casi perfecta de lo que fue.
Pero será un monarca más tarde nuestro, Carlos III, quien impulsó el estudio de los restos descubiertos y promovió el encontrar nuevos hallazgos.
A continuación veréis algunas fotos de las ruinas que, como veréis, están en un estado sorprendentemente bueno.
Podemos comprobar la importancia que tenía el agua en la ciudad. Crearon un gran sistema hidráulico de calidad para que la ciudad estuviese abastecida, además de unas termas impresionantes para el disfrute de sus ciudadanos. Este era uno de sus pasatiempos favoritos, a continuación se muestra uno de los mosaicos que se conservan, perteneciente a un baño público.
Con la siguiente imagen, tenemos que hacer un ejercicio de imaginación. Antes que nada, hay que recordar que la estructura de una ciudad romana se organizaba a partir de dos calles principales, el decumano y el cardo maximo (os muestro un mapa para que sea más fácil la comparación). La calle que vemos en la siguiente foto es una de ellas, pero solamente podemos apreciar la mitad de esta, ya que el resto sigue aún por excavar.
Gracias por acompañarme en este viaje en el tiempo. En mi opinión, no hay mejor manera de aprender historia que viéndola tan de cerca, en este caso poder sentirte todo un ciudadano romano de pleno derecho. ¿Os animáis? Ave Cesar!
Grazie mile a los amigos viajeros que nos prestan las fotos!! 😊
Nos escribimos pronto.
E.B.
Fuentes
- National Geographic
- Montoya González, R. (2015) Herculano y Pompeya. Historia de las excavaciones arqueológicas desde el siglo XVIII hasta la actualidad. En Calderón Sánchez, M.; España Chamorro, S. y Montoya González, R. Estudios arqueológicos del área Vesubiana. Pp. 44-55. (Enlace aquí)
- Fotos cedidas.
E. Bennet
Se considera de otra época, por eso se mueve bien entre la historia. Inquieta por naturaleza le gusta mirar más allá y encontrar el por qué de las cosas. Su talón de Aquiles… el chocolate.