Arno Breker, el escultor del III Reich

Existe una famosa foto de Hitler paseando por París en Junio de 1940, con la foto de la Torre Eiffel detrás de él, tomada en El Trocadero. Francia acababa de rendirse al ejército alemán y Hitler, artista y arquitecto frustrado, quiso conocer, al menos por unas horas, la ciudad.

En la foto aparece acompañado de dos personajes de uniforme (aunque no eran militares), a la izquierda de la foto vemos a Albert Speer, su arquitecto favorito y posteriormente Ministro de Armamento, y a su derecha, otro personaje mucho más desconocido, se trata de escultor Arno Breker, cuya obra será el paradigma del arte nazi en lo que a escultura se refiere. Breker hizo de guía de Hitler pues había vivido en París varios años.

Breker había nacido en 1900, hijo de un maestro labrador de la piedra dedicado fundamentalmente a la elaboración de monumentos funerarios. Se formará en escultura y arte en Dusseldorf entrando en contacto con la obra de Rodin y Miguel Ángel.

Vive en París entre 1927 y 1934. Allí se relaciona, entre otros con Jean Cocteau o Man Ray. También de estos años se inicia su amistad con Salvador Dalí, el cual lo consideró uno de los mayores artistas alemanes.  Su obra se empieza a caracterizar por la creación de bustos y torsos. Viajó durante un año por Italia, visitando Roma, Florencia y Nápoles donde se vio influido por la obra de Miguel Ángel, algo que trasladará a sus propias creaciones. Aquí nace el Beker neoclásico que plasmará en su impronta en los edificios grandiosos de reminiscencias clásicas tan del gusto del III Reich.

En 1934 regresa a Alemania. Hitler había subido al poder en 1933. Participa en la Exposición de Arte Olímpico de Berlín. Sus esculturas para los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 recibieron la medalla de plata y no se le concede el oro por motivos políticos, pues Hitler deseaba que ganase un italiano. Empieza su relación de amistad con Hitler en ese mismo año de 1936. Hitler le regaló el castillo de Jäckelsbruch  y Breker ingresa en el partido Nacionalsocialista.

Una de la obras de Breker, conocida como “El Partido” en la entrada principal de la Cancillería del Reich en Berlin. (fuente)

Realizó bustos de Speer, Goebbels y del propio Hitler, que pasó a estar en los edificios oficiales de Alemania como “retrato de Estado”.

Se le encargó que trabajase en el diseño del nuevo Berlín junto a Speer. Breker se implicó en publicitar al régimen nazi. Suyas fueron las estatuas que se encontraban a la entrada de la Cancillería del Reich, el “portador de la antorcha” y el “portador de la espada” que, aunque él lo negó, se identificaron como representaciones del partido Nacionalsocialista y del ejército alemán respectivamente.

Sus esculturas monumentales musculadas son, también, encargos del régimen. Hasta 1944 colabora con Albert Speer, fundando los “Talleres de escultura de Arno Breker”, donde se realizarán obras que muestran los ideales de belleza de los cuerpos arios. Allí trabajarán artistas franceses prisioneros de guerra.

Su obra representaba un ideal imposible de ver en la realidad, Sus estándares de belleza arios, tanto de hombres como de mujeres, siempre se veían limitados por la imposibilidad de encontrar modelos con las “medidas” adecuadas, más cercanos a los dioses que a los hombres.

Orfeo y Euridice, obra de Arno Breker de 1944 (fuente)

Al finalizar la guerra muchas de sus obras fueron destruidas y sus propiedades serán confiscadas. Fue juzgado en 1948 dentro del proceso de desnazificación como seguidor del movimiento nazi, y será condenado únicamente a una multa de 100 marcos. Tuvo a su favor el haber ayudado a varios artistas perseguidos o el haber intercedido por otros como Picasso o el editor Peter Shurcamp.

En 1950 se traslada a Dusseldorf y vuelve a trabajar recuperando su fama y realizando retratos de personajes como Konrad Adenauer, Salvador Dalí, Jean Cocteau, Hassan II de Marruecos, Menachem Begin o Anwar Sadat entre otros.

Busto de Dali por Arno Breker (fuente)

Pero siempre le acompañará la mala fama de haber sido uno de los más importantes artistas del régimen nazi. Las exposiciones que intentaban mostrar su obra generaban polémica o tenían que ser suspendidas por disturbios o intentos de bloqueo a las mismas.

En 1981 declaró que había servido a un régimen de cuyo “crimen e inhumanidad no era consciente”, algo, sinceramente, imposible de creer. Como comentó Gunter Grass, Breker se dejó corromper, como otros artistas e intelectuales, por los nacionalsocialistas. Breker mantuvo contacto con organizaciones ultraderechistas durante el resto de su vida.

Falleció el 13 de Febrero de 1991.

En 2006 se celebró una exposición de su obra de posguerra en Schwerin (Alemania), organizada por un organismo gubernamental que, a pesar de la polémica que provocó, fue un enorme éxito.

La polémica surge en si es posible separar el arte, la obra creada, de su creador cuando, hoy en día, se analiza la vida de muchos artistas que hasta el momento estaban “a cubierto” por la indudable calidad de sus trabajos. ¿Debemos despreciar una gran obra musical porque su autor fuera un pederasta, o la de un pintor universal por el maltrato que prodigaba a las mujeres, o no ver las películas de un gran actor porque acosó a compañeros de trabajo? Es un debate que, en mi opinión, continúa abierto.

Existe la leyenda de que a Hitler le gustó tanto París en la visita que realizó con Breker y Speer que decidió que la ciudad debía quedar igual que estaba, y que desde aquel momento era “su” París. Quizás por eso, en 1944, cuando estaba a punto de ser liberada por los aliados, ordenó que fuera destruida, ordenes que, por suerte, no fueron cumplidas. En la enferma mente de Hitler sería de él o de nadie.

Bibliografía

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