Breve semblanza del teatro español de posguerra
- Esperanza Arguijo Mayoral
- 23 octubre 2023
Felipe Lluch, que dirigiría el Teatro Español de Madrid durante los años 1940 y 1941, manifestó que el teatro español tenía que ser “nacional, religioso y popular; nacional sin patrioterismo, religioso sin ñoñez, popular sin chabacanería”. Torrente Ballester, por su parte, indicaba que el teatro debía contribuir a “la formación de una conciencia nacional”. También se crea en 1940 el “Teatro Nacional de la Falange” que tuvo una escasa trascendencia.
Lejos quedaba ya la década prodigiosa del teatro español que comienza con la Generación del 27 y perdura en los años de la Segunda República. Sepultadas quedaron hasta ya entrada la década de los 60, las obras de García Lorca. Margarita Xirgu, la gran figura del teatro de los años 20 y 30, emigra a Argentina. La creación dramática de los autores en el exilio adquirirá un carácter específico; Max Aub lo bautiza como “el teatro de los transterrados” y aunque algunos autores se incorporarán finalmente a la escena española, fueron absolutamente ignorados en la primera década franquista.
Los teatros comerciales siguen una trayectoria con tres corrientes principales:
- El humor popular de Arniches, el más atrevido de Jardiel Poncela y, al mismo tiempo, comienza a introducirse el “humor codornicesco” de autores como Tono y Mihura.
- La alta comedia heredera de Benavente.
- El teatro por antonomasia del régimen, el de carácter histórico, del que José María Pemán fue su mayor exponente
Primeras voces discrepantes
En ese ambiente era lógico que surgieran ciertas voces discrepantes. En 1945, desde el entorno universitario, surge el grupo “Arte Nuevo”, del que formaban parte, entre otros, Alfonso Paso, Alfonso Sastre, Merardo Fraile y José Franco. Pretendían un teatro que profundizase en los problemas del momento. Un teatro alimentado por la realidad de la sociedad española. Su obra, de un hondo significado, no llegó sin embargo a los escenarios comerciales.
En 1949 resurge el Premio Lope de Vega de teatro y se concede a “Historia de una escalera”, de Buero Vallejo, que narra la vida de los habitantes de una casa vecinal durante los años precedentes y posteriores a la guerra civil con una fuerte carga realista y cierto simbolismo soterrado.
Es a partir de ese momento cuando se abre la puerta a las llamadas “generaciones realistas”. Este teatro conserva rasgos del teatro popular de principios de siglo, especialmente del sainete, del que asume el ambiente y algunos tipos de personajes. Autores de las décadas de los 50 y los 60, como Lauro Olmo o José María Martín Recuerda y dos de los autores más importantes del siglo XX, Antonio Buero Vallejo, cuyas obras tienden a un realismo más simbolista y Alfonso Sastre, con una clara inclinación social y de agitación.
El teatro de lo posible y lo imposible
Aceptado el realismo social gracias a las primeras obras de Buero Vallejo y a la leve apertura que se produce a causa de la entrada en el gobierno de los democristianos, las obras teatrales tocan temas candentes, aunque la censura es todavía muy estricta en este campo. Alfonso Paso, autor comercial por excelencia, y el propio Buero Vallejo piensan que hay que aceptar un teatro “posible” para poder estrenar y “luchar desde dentro”. Alfonso Sastre señala este “teatro de lo posible” como conformista y se niega a claudicar. Esto hace que su historia como autor sea una cadena de prohibiciones, exilios e incluso cárcel en ocasiones; su “Escuadra hacia la muerte” es prohibida a la tercera representación y no fue hasta 1976 cuando pudo estrenar “La sangre y la ceniza”.
En 1950, Alfonso Sastre y José María de Quinto publican en un semanario del Sindicato Español Universitario, el “manifiesto del TAS” (Teatro de Agitación Social). En ese manifiesto, mostraban su voluntad de unirse al “social-realismo”, forma estética que surge tras las grandes convulsiones sociales. El teatro debe ser un arte social en donde lo social debe ser superior a lo artístico y la representación de una obra debe ser un medio de agitación popular. Sin embargo, la vida de este movimiento fue muy corta ya que sus dos primeros montajes, “La huelga” de John Galsworthy y “El mutilado” del autor alemán Ernst Toller, fueron censurados y no autorizados.
Diez años después, Sastre y de Quinto fundarían el GTR (Grupo de Teatro Realista), en un serio intento de renovar el teatro español. En su declaración exponían que el GTR era “más que un grupo, una convocatoria a los autores españoles para la formación de un auténtico grupo que pueda constituirse en célula renovadora de nuestra vida escénica”.
La renovación de la escena española llega, sin embargo, de la mano de las “corrientes simbolistas”, cuyos orígenes habría que encontrarlos en las primeras vanguardias europeas y que fueron desarrollándose en los teatros de cámara y ensayo que se planteaban lejos de los circuitos comerciales y que fueron introduciendo en España las nuevas corrientes europeas, entre ellas, el Teatro del Absurdo.
Y comienza la apertura
Desde finales de los años 50, el teatro del absurdo, que contiene una fuerte carga existencial y en el que la realidad desaparece bajo diálogos sin sentido y personajes ambiguos y extraños en una crítica a la sociedad y al individuo, toma protagonismo. Dos de los autores clave del absurdo europeo fueron Eugène Ionesco y Samuel Beckett. En España, el teatro del absurdo tiene sus máximos exponentes en los autores Miguel Mihura y Fernando Arrabal (quien, en 1962 y junto con Jodorowsky y Topor, fundaría el “movimiento Pánico”)
Ya en la década de los años 60, surgen a lo largo de toda la geografía española los “grupos de teatro independiente” que, una vez más, buscan experimentar con los nuevos planteamientos teatrales fuera de los circuitos comerciales y de las grandes compañías de la época. Comienzan también a organizarse los primeros festivales de teatro que permiten intercambiar experiencias con grupos de fuera de España.
La corriente más importante en estos años de apertura hacia el exterior fue la denominada “underground”. Busca la crítica socio-política bordeando apenas la censura que todavía seguía sobrevolando la cultura española. Esta crítica debe quedar oculta y enterrada entre lo simbólico y lo alegórico. Cualquier elemento dramático de este movimiento underground es susceptible de varias lecturas. Alberto Miralles, Jesús Campos, Luis Riaza o José Luis Alonso de Santos son algunos de los dramaturgos underground de la época.
Otra modalidad de las nuevas experiencias teatrales fue la creación colectiva que realizaron grupos como Tábano, Caterva o Els Joglars que producen, interpretan y dirigen sus propios textos o adaptaciones de textos de otros autores. Estos grupos de teatro están fuertemente influidos por las nuevas tendencias extranjeras que comienzan a entrar en la escena española a través de seminarios y encuentros: Living Theatre, Open Theatre, el teatro laboratorio de Grotowsky, el “teatro de la muerte” de Kantor, el Piccolo Teatro, etc…
Poco a poco, el teatro, al igual que el resto de las artes que sufrieron la censura de una época oscura para la cultura, fue abriéndose paso y floreciendo con la adopción de nuevas técnicas y concepciones escénicas. Hoy, el teatro sigue vivo y debe seguir siendo un reflejo de la sociedad.
Y dos pequeños apuntes
Una de las obras más importantes sobre la historia del teatro español de posguerra es la realizada por los catedráticos Víctor García Ruiz de la Universidad de Navarra y Gregorio Torres Nebrera de la Universidad de Extremadura: “Historia y antología del teatro español de posguerra”, estudio dividido en 7 volúmenes.
En el archivo visual de Radio Televisión Española se pueden ver las obras de teatro adaptadas a la televisión que, durante los años 60 y 70, se programaron en el espléndido “Estudio 1”.
Referencias
- de Paco, M. (1989). El grupo Arte Nuevo y el teatro español de postguerra. Estudios románicos, 5, 1065-1078.
- García-Ruiz, V. (1993). Teatro español de preguerra y de posguerra: ruptura y continuidad.
- García Ruiz V, Torres Nebrera G. (2003) Historia y antología del teatro español de posguerra. 7 vol. Ed. Fundamentos.
- Sastre, A. Declaración del GTR. (1961) Accesible en: http://www.sastre-forest.com/sastre/pdf/GTR_1960.pdf
- Imagen de cabecera: “Máscaras”. Dibujo a tinta de J. Balbás
Esperanza Arguijo Mayoral
Actriz a tiempo parcial. Estudiante del Grado de Geografía e Historia de la UNED a tiempo parcial, también. Cinéfila de las que comenzaron a formarse en los maravillosos cines de barrio. Amante de los libros, de todos... bueno, de casi todos. Y casi jubilada con un montón de proyectos. Me encanta la Historia, con cierta querencia por ciertas épocas: el antiguo Egipto, la época Tudor y la sociedad victoriana.