El Panjandrum: un fracaso clamoroso

En 1943 aún no estaba decidido quién ganaría la guerra en Europa, lo que sí estaba claro era que, tarde o temprano, los aliados desembarcarían en algún punto de la Europa ocupada, casi con seguridad en Francia.

Se pensaba que los alemanes habían construido las mayores defensas en las costas de Francia, y, traspasar esas defensas, supondría un gran esfuerzo además de un riesgo considerable para los implicados en la operación.

En aquellos momentos se pensó que quizás se podría encontrar algún tipo de arma que ahorrase vidas y ayudase a romper las defensas alemanas.

Siempre se ha hablado de las armas secretas diseñadas por los científicos nazis, muchas de las cuales no pasaron de las mesas de diseño o, simplemente, no salieron de la fantasía de algunas mentes. Pero los aliados también desarrollaron sus propias armas secretas, siendo la más conocida la famosa bomba atómica que, a la postre, terminará con la II Guerra Mundial.

Hoy vamos a hablar de un arma secreta aliada muy poco conocida, quizás porque su historia fue de todo menos gloriosa. Un arma nacida para romper las barreras de lo que se conoció como “El Muro del Atlántico”, y que ahorraría vidas de soldados aliados.

Con ese objetivo se diseñó el Pajandrum.

Recibió ese nombre en recuerdo de Samuel Foote, escritor del S. XVIII que describió a unos seres horripilantes que luchaban hasta que se agotaba la pólvora que llevaban en los talones de las botas.

El Pajandrum consistía en dos ruedas gigantescas separadas entre sí unos 3 metros, con llantas periféricas de unos 30 cm de anchura.

En el centro, en el eje, se instaló una carga explosiva provista de una espoleta, preparada para explotar en el momento de chocar contra el objetivo.

En los bordes de las ruedas se habían instalado unos cohetes cargados con cordita que eran la fuerza motriz del artefacto.

La idea original fue aprobada por la Dirección de Producción de Armas Diversas de la Marina Británica.

En agosto de 1943 se inició la fabricación del prototipo, que fue finalizado en un mes.

Imagen del Panjandrum tomada antes del inicio de las pruebas (fuente)

El diseño era un desastre. Si las ruedas girasen impulsadas por cohetes encendidos apuntando hacia atrás, el Panjandrum se desplazaría igual que cualquier otro vehículo a reacción, pero este no era el caso. Los cohetes encendidos en la periferia hacían girar las ruedas creando el llamado “impulso rotativo”. Este impulso era el que hacía avanzar el aparato. Con pocos cohetes, el Panjandrum no podía vencer la resistencia de la arena al rodamiento y si tenía muchos, las ruedas patinaban.

Eran dos ruedas gigantescas. Bastaba que el objeto rodase sobre algún obstáculo no muy grande, como una roca en la playa, para que cambiase de rumbo.

Pero la imaginación es en ocasiones una gran fuerza. Era tremendamente atractiva la idea de unas ruedas enormes vomitando fuego y avanzando a toda velocidad hacia las líneas de defensa enemigas y, cuando llegase a las mismas, explotando y destruyéndolas. El efecto sobre el enemigo sería aterrador. Y todo sin coste en vidas propias, puesto que el Panjandrum no necesitaba conductor, era una enorme “bestia mecánica”.

La construcción del prototipo, como arma secreta que era, se realizó entre grandes medidas de seguridad. Fue transportado a la costa en medio de la oscuridad de la noche y bajo escolta policial.

Pero una vez allí, ¡sorpresa!, se levantaron todas las medidas de seguridad y cualquiera podía ver aquel artefacto. Muchos excursionistas asistieron a las pruebas de la nueva arma.

El Panjandrum fue lanzado desde una lancha de desembarco, avanzó haciendo eses y poco a poco se fue deteniendo hasta quedar completamente detenido. No alcanzó ni de lejos la velocidad prevista de 100 km/h.

Pruebas de funcionamiento del Panjandrum (fuente)

Se optó por aumentar el número de cohetes. En la siguiente prueba, una de las ruedas se hundió en la arena, el Panjandrum perdió el rumbo, se soltaron varios cohetes y la máquina perdió su estabilidad.

Se optó por añadir una tercera rueda entre las dos. El vehículo había pasado de tener 17 cohetes a llevar 70. Dio un salgo, giró sobre sí mismo, entró en el mar y volcó. Los cohetes hacían hervir el agua alrededor. La rueda central no había servido para nada.

Se intentó dirigirlo mediante cables, pero estos se enredaron en las ruedas y el aparato avanzó erráticamente en zigzag por la playa.

Podríamos pensar que después de todos estos fracasos el proyecto se debería haber abandonado, pero no fue así. Se construyeron 2 artefactos más. En Enero de 1944 se organizó una demostración oficial.

Se encendieron los cohetes, el Panjandrum empezó a rodar, a los pocos metros un cohete reventó y luego otros. Se fue tambaleando de un lado a otro, se dio la vuelta y se tumbó de costado. Sólo quedó un montón de chatarra abrasada.

Aquí terminó la historia de esta “arma fantástica”. No se sabe con exactitud cuánto dinero y tiempo se empleó en su desarrollo y fabricación en un momento en que Gran Bretaña estaba empleando todos sus recursos en ganar una guerra en la que combatía desde 1939.

Unos pocos cálculos de física y matemáticas hubieran demostrado que el Panjandrum era inviable.

¿Fue este el fin de la historia? No. En 2009 se construyó un nuevo Panjandrum con motivo de la conmemoración del Desembarco de Normandía. Más pequeño que el original y de diferente diseño. Se puso en marcha y pudo recorrer unos pocos metros antes de ir perdiendo velocidad y pararse definitivamente. Como puede verse en el vídeo de la demostración, parece más una curiosidad, una atracción de feria que un arma asesina.

Bibliografía

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