¡A por el inglés!: Corsarios gallegos en el siglo XVIII

El 10 de junio de 1719 buena parte de los 317 soldados españoles del Regimiento Galicia y de la guarnición de Fuenterrabía que se habían embarcado el 7 de marzo desde Guipúzcoa para ayudar a una nueva sublevación jacobita en Escocia, abandonados por los propios escoceses que en la noche anterior habían huido del campo de batalla para volver a sus tierras, se rendían a los británicos en el desfiladero de Glenshiel, en las Highlands escocesas. Desde allí pasaron a Edimburgo, donde recibieron un buen trato, permaneciendo hasta el 27 de octubre, ya que en septiembre ya se dio orden de que se les embarcara a A Coruña. Unas semanas antes la fragata inglesa HMS Anne ya había trasladado a este puerto gallego a los prisioneros españoles que también se habían rendido en el castillo de Eilean, cerca del punto donde habían desembarcado.

Detrás de esta actitud no había una generosidad altruista. Cuando los barcos llegaron al puerto de A Coruña reembarcaron a decenas de prisioneros ingleses, presos que no procedían de ninguna batalla o combate naval, sino que habían sido capturados por corsarios gallegos.

De “saqueados” a “saqueadores”

La relación de piratas y corsarios con Galicia evolucionó de forma muy dispar a lo largo de toda la Edad Moderna. Así, en el siglo XVI y especialmente en el XVII gracias a las adaptaciones técnicas para que sus barcos pudieran navegar por el Atlántico, Galicia fue blanco de incursiones piratas, especialmente de turcos y berberiscos.

Fueron los holandeses los que transmitieron estos avances buscando debilitar a España con sus acciones. Así, los piratas del Norte de África, entre los que había moriscos expulsados, se convirtieron en una auténtica plaga para las costas gallegas. Guarneciéndose en las numerosas islas, playas y ensenadas atacaban a cualquier barco pesquero o comercial que se alejaba de la costa, apresando a los marineros para convertirles en esclavos. La situación llegó a tal punto que, entre 1617 y 1621, hubo un cese parcial de la pesca en la ría de Vigo para evitar ser apresados, lo que supuso también un estrangulamiento de su comercio.

De hecho, el año 1617 es bien conocido por el saqueo y destrucción que una escuadra turca y berberisca que, refugiada en las Islas Cíes y tras ser repelida en Vigo, atacó y destruyó con gran crueldad las poblaciones de Cangas y Domaio. Se calcula que asesinaron y mutilaron a 100 vecinos y otros 200 fueron esclavizados, destruyeron 150 casas, el hospital y parte de la Iglesia. Lo peor fue la impunidad. Durante todo el año se mantuvo una escuadra de unos 60 barcos que amenazaban los puertos gallegos cuando no saqueaban otros, como ocurrió con Malpica. Lo cierto es que desde este saqueo y tomando como base de escala y aguada las Islas Cíes no cesaron las incursiones para asaltar y tomar cautivos.

Pero estas incursiones y el impacto que supuso a la sociedad gallega significó un antes y un después. La situación era muy precaria: había muy pocos recursos frente a muchos pueblos, puertos y embarcaciones que proteger. De hecho la debilidad era tan extrema que incluso el Monasterio de Santa María de Oia, al sur de Baiona, se armó de cañones y los propios monjes ejercieron de artilleros disparando a los navíos musulmanes que se acercaban. Pero la respuesta que tendría más trascendencia futura fue que se empezaran a fletarse buques corsarios gallegos como contramedida a los ataques berberiscos, tomando como fecha de arranque el año 1621. El progreso de la armada española, especialmente en el siglo XVIII y el descenso de incursiones turcas conllevó a que de un papel defensivo se pasará a otro ofensivo, siendo las licencias de corso que emitían los reyes españoles contra sus enemigos muy apreciadas. Los primeros “ensayos” fueron las operaciones que contra los flamencos se empezaron a realizar desde Vigo y A Coruña entre 1650 y 1670.

Modelo de licencia de Corso concedida por Carlos III en 1779, durante la Guerra de la Independencia de Estados Unidos (fuente)

Si los ataques turcos marcaron el inicio del fenómeno corsario en Galicia, este se fue alimentando de la crisis del sector pesquero. En el tránsito del siglo XV al XVI la pesca en Galicia llegó a su cénit, especialmente en la captura de la sardina, pasando las cofradías de ser organizaciones religiosas a agrupaciones gremiales. Pero, según avanzaba la Edad Moderna, el declive en la exportación a Castilla, Portugal, Andalucía y Aragón llevó a que entrara en una crisis de la que nunca se recuperó del todo, en una región que seguía teniendo en el siglo XVIII el 35% de todos los barcos pesqueros de España. La llegada de comerciantes catalanes que acaparaban la sardina salada para comerciar con ella agravó esta situación en el siglo XVIII. Todo ello empujó a que muchos patrones vieran en el corso una forma muy lucrativa para conseguir ingresos adicionales.

Corsarios gallegos en el siglo XVIII

En el momento de llegada de los Borbones, en Galicia había un caldo de cultivo perfecto para las actividades corsarias: unas incursiones berberiscas ya muy marginales y barcos y tripulaciones dispuestas. Solo faltaba un enemigo y este no tardó en llegar.  La Guerra de la Cuádruple Alianza, iniciada por el intento de recuperar Cerdeña y Sicilia en manos, entonces, de Austria y del reino de Saboya, hizo que el Reino Unido se uniera al conflicto y, sin previa declaración de guerra, acabara con la escuadra española en el Mediterráneo en Cabo Passaro. Mientras se preparaba una invasión a Gran Bretaña en apoyo del pretendiente Jacobo III, algo que fracasó al desarbolarse la escuadra que venía de Cádiz a su paso por Finisterre y limitarse a los 317 soldados que salieron de Guipúzcoa ya señalados, la actividad corsaria se multiplicó con fuerza, siendo la única respuesta ante la superioridad marítima británica.

Un año después de que comenzara la Guerra de la Cuádruple Alianza con la conquista de Cerdeña se firmó la Ordenanza del 17 de noviembre de 1718, en la que se detallaban las reglas con las que hacer el corso contra “turcos, moros y otros enemigos de la Corona”. Se conoce en esta primera fase, entre otros, el caso de Domingo Aguilar, natural del puerto de Villaxoán, en la ría de Arousa, al que se le dio licencia de “costear y corsear” a su patache, bautizado como Nuestra Señora del Socorro y San José, de 35 toneladas, al que armó con cuatro cañones. Mayor fue el barco que el francés J.B. Margy armó en Vigo, principal puerto corsario en la primera mitad del siglo XVIII, al que pertrechó con 12 cañones, con el que operaba principalmente en la costa de Oporto atacando el lucrativo comercio que los ingleses tenían con la ciudad lusa importando, especialmente, vino. Otros dos corsarios gallegos de 16 y 10 cañones, tripulados por 144 y 74 hombres llegaron incluso a Lisboa y el 19 de octubre de 1719 se apoderaron de tres buques ingleses en el interior del estuario del Tajo. Las operaciones de los corsarios gallegos se extendieron desde los puertos del sur al norte. En el más septentrional, Ribadeo, cuando los ingleses lo atacaron y tomaron en septiembre de 1719 encontraron en su puerto dos naves inglesas apresadas. No es de extrañar que tras el ataque de Ribadeo el objetivo inglés fuese precisamente Vigo donde, además de ser un puerto débilmente defendido, se concentraba la actividad corsaria. La ciudad olívica fue conquistada por los ingleses en 1719, progresando a otros puertos como Bouzas, Redondela, Marín y Pontevedra.


Oficio de Cosme de la Isla Covián en el que comunica que ha entregado al Depósito de la Administración Tributaria de Pontevedra parte del producto del cargamento del bergantín Seiren, que fue apresado por un corsario (fuente)

Esto no amilanó a los corsarios gallegos cuando estalló el siguiente conflicto: la Guerra de Asiento o de la Oreja de Jenkins. Sí se empezó a darse un cambio importante, la mayoría de los armadores en corso que seguían operando desde la Ría de Vigo empezarón a buscar puertos más protegidos desde donde operar y desembarcar las mercancías de forma más segura. Por ello, A Coruña fue ganando peso como centro de desembarco de mercancías aunque Vigo y sus alrededores eran el punto de arranque de la mayoría de las operaciones que se centraron de nuevo en la costa de Portugal. Las patentes de corso eran muy claras, ya que se determinaba su objetivo (la nación británica) limitándose a operar en el litoral gallego y luso, sin exceder las 30 o 40 leguas. A diferencia de los corsarios británicos que también operaban y atacaban barcos y puertos españoles, la característica principal era que se usaban barcos pequeños y veloces, que les permitieran huir cuando se enfrentaban a un barco de mayor calado, incluidos piratas británicos, o baterías de costa en Portugal. Esto no quitaba que sufrieran pérdidas, como cuando se apresó a la balandra Nuestra Señora del Rosario en 1743 o Nuestra Señora del Valle en 1746, cuyas tripulaciones acababan en cárceles inglesas. En total durante este conflicto se capturarían unos 170 barcos, 7 de cada 10 frente a las costas portuguesas. Se daba la paradoja que, cuando se subastaban los barcos apresados, en la mayoría de los casos eran comprados por comerciantes portugueses para continuar con el lucrativo comercio entre Oporto y los puertos ingleses.

La actividad corsaria no cesó en los siguientes conflictos como en la Guerra de los Siete Años, la de Independencia de Estados Unidos o las que a final de siglo volvieron a enfrentar España y Gran Bretaña en los prolegómenos de las guerras napoleónicas. De hecho, se cuantifica que solo en 1799 en Galicia se apresaron más de 400 barcos ingleses, tres veces más que en toda la Guerra de Asiento. La actividad corsaria gallega se extendió hasta bien entrado el siglo XIX hasta el punto de que se cree que La Canción del Pirata de José de Espronceda se inspiró en “las aventuras” del corsario gallego Benito Soto.

Fuentes

  • Dubert, Isidro, “El mar y el comercio” en Isidro Dubert (coordinador) Historia de la Galicia Moderna, Santiago de Compostela, Universidade de Santiago de Compostela, 2012.
  • González López, Emilio, El alba flor de lis. Galicia en los reinados de Felipe V, Luis I y Fernando VI, Sada, Ediciones del Castro, 1978.
  • Martínez Crespo, José, “Piratas turcos e berberisco nas costas de Galicia no século XVII. Textos e apuntamentos”, Boletín del Instituto de Estudios Vigueses, Nº 11/05. 117-148.
  • Martínez Crespo, José, “Después de Lepanto: corsarios turcos y berberiscos en las Costas de Galicia en el siglo XVII”, Cuadernos de Estudios Gallegos, LXIV, nº 130 (2017), 229-312.
  • Mejide Pardo, Antonio, La invasión inglesa de Galicia en 1719, Santiago de Compostela, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto P. Sarmiento de Estudios Gallegos, 1970.
  • Oates, Jonathan, “Escocia, 1719. La última Gran Armada”, Desperta Ferro: Historia Moderna, Nº. 38 (2019): 62-65.
  • Vázquez Lijo, José Manuel, “El corso gallego en la Guerra de Asiento (1739-1748): escenarios, actores y presas”, Obradoiro de Historia Moderna, Nº 26 (2017), 119-148.
  • Imagen portada: Vista del Puerto de A Coruña en 1792: Biblioteca del Real Consulado de A Coruña.
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