El pensamiento de Montesquieu en España (I): José Antonio Ibáñez de la Rentería y el Estado mixto

Si los siglos XVI y XVII en España estuvieron dominados por un exceso de celo y la imposición de todo tipo de trabas hacia las ideas provenientes del exterior, el siglo XVIII aparentemente fue todo lo contrario. Nadie puede negar, al menos cuantitativamente, un aluvión de obras de todo tipo, muy relacionado con el espíritu ilustrado del siglo. Pero tampoco debemos caer en el error de considerar con ello una apuesta decisiva por el aperturismo y una renuncia de los postulados del pasado, esencialmente sobre el papel predominante del rey y de la Iglesia Católica.

De hecho, si se analiza bien el arquetipo del ilustrado español de mediados de siglo XVIII, lo que se buscaban en su inmensa mayoría fue adaptar algunas de las nuevas ideas aperturistas a la realidad española. Gregorio Mayans es un claro ejemplo de este modelo de reformista. El resultado fue una ilustración no rupturista cuyas ideas la situaban en una posición muy secundaria si la comparamos con otros grandes pensadores europeos con ideas verdaderamente innovadoras.

Uno de estos fue sin duda Montesquieu. Al pensador francés le debemos la teoría de los poderes intermedios (nobleza, clero y parlamentos), que impiden el abuso del poder del monarca. La existencia de estos contrapesos, definidos en la división de poderes entre el ejecutivo, legislativo y judicial, es la base actual de los sistemas políticos democráticos. Para llegar a estas conclusiones que se plasman en su magna obra El Espíritu de las Leyes analizó durante 14 años los distintos sistemas políticos: república, monarquía y gobierno despótico combinándolos con la estructura social así como las virtudes que los sostienen y los vicios que provocan su caída.

José Antonio Ibáñez de Rentería y sus reflexiones sobre las formas de gobierno

España no iba a ser ajena a la difusión de las ideas de Montesquieu. En las décadas siguientes a su publicación en 1748 hay constancia que copias, aunque fueran parciales llegaron a España, incluso siendo un libro incluido en el índice de libros prohibidos por la Santa Sede en 1751.

Las claras reticencias explican por tanto que los análisis o adaptaciones en España fueran tardíos, y muy marcados por los que muchos llaman la segunda generación de ilustrados españoles, que surgió en los años finales del reinado de Carlos III y especialmente en los inicios de Carlos IV. Esta segunda ilustración con focos destacados como la Universidad de Salamanca o la de Sevilla con Olavide está bien marcada, al menos hasta que los ecos de la Revolución Francesa provocaron una reacción conservadora, por intentar introducir ideas avanzadas en política, filosofía, derecho de gentes o economía política que hicieran avanzar al país.

Emblema de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País (fuente)

En este contexto nos encontramos con José Antonio Ibáñez de la Rentería, una de las figuras más destacadas de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País y tradicionalmente señalado como uno de los máximos exponentes de la difusión de las ideas de Montesquieu en España. Aunque Montesquieu era un autor ampliamente conocido y apreciado en los medios ilustrados, antes de que se publicaran las Reflexiones sobre las formas de Gobierno las traducciones no eran precisamente numerosas y su principal obra política no había sido objeto de ninguna discusión sistemática comparable al ensayo del vizcaíno. Sus Reflexiones han sido considerada por tanto como referente claro de una reflexión completa de El Espíritu de las Leyes del pensador francés. En realidad su análisis es más complejo. Aunque cronológicamente su obra coincide con el surgimiento de esta nueva generación ilustrada su forma de pensar sigue siendo en muchos puntos tradicional, ya que sigue buscando adaptar ideas a la tradición hispana, más cristiana y en la que no se cuestione el papel del monarca.

A pesar de ello, sus Reflexiones no pueden dejar de considerarse como valientes. Las empezó a escribir a principio de las décadas de los 80, en un momento optimista que se fue eclipsando en el cierre de la década por las consecuencias de la Revolución Francesa y la crisis que se ceñía en España. Todo ello se denota cuando las presentó ya en el arranque de los años 90. José Antonio Ibáñez reflexiona sobre las ventajas e inconvenientes de cada forma del Gobierno incluida la democracia con un matiz intelectualmente provocador. Incluso en ocasiones roza lo subversivo al mostrar que es posible pensar de manera distinta y desinhibida acerca de asuntos considerados hasta ese momento incuestionables.

El ”Estado mixto” de Rentería: en defensa de la monarquía y en contra de la nobleza

Su premisa principal es que es que era posible edificar una sociedad burguesa basada en la igualdad pero sin destruir la monarquía absoluta situándose por tanto en un punto intermedio entre la ilustración, especialmente en su faceta hispana, y un liberalismo que ya estaba en ciernes. Rentería era un férreo defensor del poder real y en ese sentido se alejaba de las doctrinas de monarquía limitada sea cual fuera su origen. Así, con respecto a la teoría de los poderes intermedios de Montesquieu apunta que el sistema funciona más eficazmente cuando el poder ejecutivo tiene asegurado su influjo dominante sobre el legislativo.

Para Rentería carecía de sentido plantearse la sustitución de una monarquía que se adapta perfectamente a las necesidades de una sociedad compleja como la española donde existía una diversidad de intereses particulares. Por ello, era necesario una combinación desinteresada que solo era capaz de realizar el gobierno monárquico, situándose por tanto lejos de la crítica de los males políticos de la nación que otros pensadores ya esbozaban o incluso denunciaban. Aun así, el mero hecho de abordar con libertad un tema tan inédito en el pensamiento político del momento en España le confiere originalidad e incluso valentía.

Lo cierto es que pese a la moderación de su discurso la década transcurrida desde que empezó su trabajo hasta que lo presentó modificó el contexto de su interpretación en clave casi rupturista. Internamente ya se había producido el cierre del periódico El Censor. El impacto de la Revolución Francesa estaba a punto de provocar la prohibición de publicación de toda la prensa periódica a la vez que afloraban apologías al gobierno monárquico como las obras de Peñaranda, Peñalosa o Vila i Camps en las que no se ahorran elogios a la monarquía.

La respuesta política de Rentería a todos estos cambios es el denominado Estado mixto un rasgo diferencial con el pensamiento de Montesquieu que nunca menciona este tipo de gobierno. Rentería apuesta por esta fórmula en contraposición de otros poderes políticos. Considera a la democracia ni la monarquía pura, como sucede a Montesquieu, como fórmulas efímeras. En contra de las repúblicas insiste en la enorme diversidad de sus formas que hace que ninguna se parezca a otra, que no suelen ser constante en las reglas de su constitución y que son regímenes ni son monolíticos ni están separados por barreras infranqueables. Por todo ello aunque Rentería coquetea con el concepto de República defiende vehementemente a la monarquía dejando muy claro cuáles son sus preferencias aunque con lo hace con escasas alusiones a España. En definitiva, en su modelo rompe con Montesquieu, no son necesarios los poderes intermedios y defiende por ello un modelo de monarquía no pluralista sino monista e igualitario basado en la virtud y no en el privilegio aunque no rompa con ello por el honor nobiliario por méritos. Para llegar a sus conclusiones analiza las relaciones ambiguas y complejas entre monarquía y aristocracia las cuales considera inestables y conflictivas señalando que los Reyes no han establecido sólidamente su autoridad hasta haber abatido el poder de las noblezas.

Los referentes monárquicos: Vertot y Mably

Rentería se apoya en otros pensadores para llegar a esta reflexión. Por ejemplo, de Rousseau, prescinde como muchos otros ilustrados españoles prescinde de sus postulados más radicales y “mixtifica” su espíritu general en aspectos como la veneración por la ley, la necesidad de formar ciudadanos, la condena de los privilegios y la conciliación de los intereses particulares y generales.

Abate Gabriel Bonnot de Mably, clara influencia de las idea de Jose A. Ibáñez de la Rentería (fuente)

Pero principalmente no podían faltar también otras fuentes pro-monárquicas cómo Vertot y Mably. La obra historiográfica del abate Vertot es bastante novedosa al excluir las explicaciones de orden providencial. Defensor de la libertad la concibe a mitad de camino entre la libertad antigua, la participación política directa y la identificación con el Estado, y la moderna, la aspiración a la independencia y al libre desarrollo individual. Para Vertot los aristócratas no deben situarse en ningún caso al margen de la suprema autoridad del monarca.

En Mably existen muchas coincidencias. También vitupera la aristocracia como opresora del pueblo a la vez que critica la tendencia de la democracia a disolver la autoridad mientras enaltece el gobierno monárquico.

Rentería por tanto se apoya en otros pensadores para generar su concepto de Estado mixto. En su análisis critica cualquier idealización democratizante de las instituciones del pasado incluidas las visigóticas y medievales, ofreciendo una visión muy poco complaciente de las servidumbres históricas. Genera así un discurso antifeudal y antinoble que da más fuerza a sus propias ideas que, a pesar de algunas críticas de ser un autor carente de originalidad, si crea un pensamiento propio en su proceso de introducción y análisis de las ideas de Montesquieu en el debate político.

Fuentes:

  • Sebastián, Javier F. (editor). La ilustración política. Las “Reflexiones sobre las formas de gobierno” de José A. Ibáñez de la Renteria. Bilbao, Servicio de publicaciones de la Universidad del País Vasco, 1994.
  • Imagen de cabecera: Retrato de Montesquieu y portada de la primera edición de su obra “El espíritu de las leyes”.
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