El Sevirato Augustal o cómo exprimir a los Libertos Ricos

El sevirato augustal fue una institución romana que ha quedado eclipsada por otras magistraturas urbanas, como los duovires, los decuriones o los ediles. Puede que se deba a que la mayoría de sus miembros eran libertos.

Las fuentes son bastante opacas respecto a los Sevires augustales. Cuando digo opacas es un eufemismo, lo cierto es que las menciones en las fuentes clásicas son tres: Petronio en la cena de Trimalción, en el Satiricón y dos comentarios confusos de sendos escoliastas de Horacio: Porfirio y Pseudo-Acrón (Barrón Ruíz de la Cuesta, 2020:24).

De donde sí tenemos mucha información es de las cerca de 3000 inscripciones sobre la augustalidad que se han encontrado a lo largo del tiempo. Y es que uno de los elementos más llamativos en torno a los sevires es que van a coincidir en el tiempo con la generalización del “hábito epigráfico”, entre los siglos I y el III de nuestra era. Es decir, en esos dos siglos aproximadamente a la gente le gustaba dejar constancia escrita y pública de lo que hacía y los seviros harán lo mismo.

¿Una? ¿magistratura? ¿exclusiva de libertos? o ¿Una magistratura exclusiva de libertos?

Definir qué era un sevir, sus funciones, quién accedía, es complicado. Como decía, las fuentes son parcas, por lo que se ha debatido, y mucho, respecto a estos puntos. En general hay algunos puntos básicos clarificados a grandes rasgos. Más o menos.

¿Una?

Este grupo nos lo encontramos escrito en las casi 3000 inscripciones como:

  • Sevir, Sevir Augustalis y Augustalis.
  • IIIIIIvir, VIvir, sevir y sexvir.
Placa dedicada a la Colonia Iulia Augusta Faventia Paterna Barcino por los IIIIIIViri (seviros) augustales, de Jaycross
Estela funeraria de un Sevir Perpetuo de Corduba, Hispania epigraphica

De esta variedad han saltado las primeras dudas: ¿Eran una o varias instituciones? ¿Tenía diferentes nombres según la función? ¿según la época? ¿la estética? No tenemos por ahora certeza, pero parece probable que se deba a los gustos y hábitos epigráficos de cada zona.

En el caso de las provincias hispanas la distribución es la que sigue:

Como vemos, el término Sexvir ni siquiera aparece en la Península Ibérica. Donde sí se ha encontrado es en la Península Itálica y un par de menciones en la Galia Narbonense.

En cuanto a los otros términos, la variedad es tal que no voy a incluirla. Basta con saber que desde el Sevir Augustalis hasta el honos seviratus todo indica que estamos ante la misma institución.

Puede, como defienden algunos autores, que la variedad de nombres se deba, más que nada, a la no oficialidad. Al no estar regulado era una organización más descentralizada y, por eso, cada uno ponía el apelativo que quería. A partir del siglo II parece que esto cambia.

¿magistratura?

Estamos igual respecto a este punto. No tenemos constancia real de que fuera una magistratura formal ni oficial. La epigrafía tampoco confirma ni desmiente. Tradicionalmente se creía que era un tipo de sacerdocio, pero los seviros dedican estatuas, altares y templos a diversas divinidades. Entre otras, destacan Mercurio, Marte, diversos Genius y lares relacionados con el Emperador o su ciudad y muchas divinidades con el epíteto “Augusto” como la Fortuna Augusta. En las inscripciones a estas deidades a veces se incluyen actos relacionados con el culto, por lo que parece poco probable que sea un colegio sacerdotal formal como los flamines y flaminicas augustales, por ejemplo. 

Esto da qué pensar, tal vez los sevires tuvieron un papel religioso limitado, ¿quizá se dedicaban básicamente a pagar? Por ejemplo, financiarían las ceremonias lúdicas de las Augustalia, organizando ludi scaenici (teatro), epula (comidas) y munera (juegos de gladiadores). Estas “celebraciones” tendrían implicaciones religiosas, sí, pero sin implicar el sacerdocio.

¿de libertos?

Finalmente queda el aspecto de quiénes ejercían el sevirato. 

Al estudiar la epigrafía vemos que la mayoría eran libertos, pero no los únicos. El debate en este punto es, más bien, cuántos ciudadanos ingenuos, es decir, nacidos libres, accedían al cargo. Sabemos por alguna inscripción que hubo libres de nacimiento ejerciendo el sevirato, pero no aparecen demasiados ejemplos. ¿Es posible que los libertos desempeñaran este cargo con más frecuencia? ¿por qué razón? ¿Puede, tal vez, que fuera otra la razón de que encontremos tan pocos seviros que no fueron esclavos? Probablemente la causa esté en la propia naturaleza de los libertos como figura.

Nacer esclavo o ser esclavizado, por mucho que Trimalción diga preferirlo a ser Rey, no era un paseo por el foro, literalmente. En el mejor de los casos, si lograban la libertad, serían ciudadanos de segunda, nunca al mismo nivel que los ingenui. El liberto, por muy rico que fuera, no podía acceder a otros cargos, salvo casos puntuales. La lex Viselia de Libertinis del 24 d.C. así lo garantiza. El capítulo CV de la Lex Ursinonensis, por ejemplo, deja ver la posibilidad de que accedieran al senado municipal, aunque es probable que fuera algo excepcional o incluso local.

Entonces nos encontramos que a lo máximo que aspira un liberto es al Sevirato, por lo que muy orgullosamente lo escribirá, lo dejará grabado, pintado y, si pudiera, hasta tatuado, siendo el culmen del éxito para él. Pero para los ingenuos no. Los ingenui, no viéndose privados del derecho a ejercer otras magistraturas, optaran por otros cargos más beneficiosos. Además de algo mucho más simple y es que, si el sevirato era mayoritariamente desempeñado por libertos, cabía el riesgo de ser confundido con uno.

Otra posible razón igual de clasista (algo en lo que los romanos eran muy buenos era en ser tremendamente clasistas), era que el ingenuus no tuviera la necesidad epigráfica. Es decir, ¿para qué dejar por escrito el rango menos importante o, incluso, el más vergonzoso al que llegaba?

Pensemos solo por un momento en los números: 6 sevires por año, por dos siglos, dan un total de 1200 sevires… EN UNA SOLA CIUDAD. Si tenemos unas 3000 inscripciones es, realmente, una prueba minúscula, y aun así registramos algún caso… sin duda llegaban al cargo más de los que podemos pensar, pero es posible que no lo dejaran por escrito, porque habrían sido después duovires o ediles… o sencillamente miembros del decurionato, por lo que se identificarían antes con cualquiera de estos cargos que no llevan la “mancha” de ser ejercidos por libertos también.  

Urna funeraria con los restos del liberto Tiberius Claudius Chryseros y las Libertas Iulia Theonoes y Claudiae Dorcadis. Eran esclavos imperiales liberados por Claudio, de ahí los nombres de los libertos: Tiberio Claudio, Julia y Claudia (de Kleuske)

¿Entonces?

Con todo lo antedicho, podemos definir el sevirato como una magistratura semi-oficial, accesible a todos los ciudadanos libres, no exclusivamente ingenuos ni libertos, cuyas funciones estarían vinculadas al culto augustal, probablemente financiando actos relacionados con las festividades augustales, pero lejos de tener categoría sacerdotal.

Sevirato y ciudad

Pero esta institución no se dio ni en todas partes ni en todo momento. La figura del sevirato se vincula a dos realidades: la idea de ciudad y el occidente del Imperio.

Los sevires no “existen” en Oriente. Cuando parece que se forma esta institución (otro tema debatido) hacia el cambio de era, el Imperio Romano bordea el Mediterráneo, penetrando al interior por diversos territorios. El mundo griego, asiático y egipcio en ese momento tenía una idea de ciudad que sobrepasaba cualquier idea que Roma pudiera traer al respecto. Pero la parte occidental no tenía esa experiencia urbana.

A ver, existían ciudades, sin duda. Los fenómenos colonizadores habían dado lugar a ciudades, por ejemplo Massilia o Gades, a este lado del Mare Nostrum o Cartago, Útica y Lixus al otro. La llegada de Roma extenderá la idea de civitas y lo que implica en lo socioeconómico, al usar las ciudades como eje vertebrador del territorio. Dicho de otro modo, cuando hubo que empezar a recoger impuestos y establecer una administración, apareció una forma de ciudad que imitaba a la urbs. Y esta idea de civitas lleva pareja una idea de romanidad, y esto lo vemos en la distribución de la epigrafía del sevirato, con más casos en las áreas costeras del Mediterráneo o en ciudades relevantes a nivel imperial como Tarraco (35).

Plano de Barcino Romana, de Enrique Íñiguez Rodríguez

En Hispania, la ciudad con más cantidad de ejemplos es Barcino (52). Curiosamente se debe, en gran parte, a un único liberto, L. Licinio Secundus, cuyo patrón fue, parece ser, el senador romano Lucio Licinio Sura. Aun así, descontando sus 23 menciones, seguirían constando 29, lo que la sitúa en la segunda ciudad en Hispania con más menciones, solo por detrás de Tarraco. Las causas se nos escapan, la verdad, no era en ese momento una ciudad de gran relevancia pero, por alguna razón, los libertos del área se enriquecían. Posiblemente se deba al vino Laietano y a que Baetulo e Iluro en este momento habían quedado empequeñecidas en lo comercial frente a la nueva colonia augustea. Es posible que, al querer controlar el negocio del vino desde allí, la convirtiera en un polo de atracción para esclavos y libertos dedicados a este lucrativo negocio. En Gladiatrix en la arena podéis conocer más sobre la Barcino romana.

Estela honorífica dedicada a Lucio Licinio Secundo, liberto. (Hispania epigraphica)

Como contraparte tenemos la Baetica con 88 menciones, siendo la ciudad donde hay más Hispalis con 4. En toda la Tarraconense son 135 casos, 109 de los cuales son del Conventus del mismo nombre… con tan solo 8 ciudades atestiguadas. El conjunto de testimonios de la Baetica es de 48 ciudades.

Haciendo cálculos por encima vemos que son 1,83 inscripciones por ciudad en la Baetica frente a 13,625 en el Conventus Tarraconense, aunque en el conjunto provincial se reduce a 5,4 por ciudad.

En la Lusitania la presencia es testimonial, con 29 menciones para 9 ciudades. Augusta Emerita y Olisipo son las ciudades donde más se han encontrado, con 9 y 8 casos respectivamente.

Y todo ello palidece frente al caso de la península Itàlica, evidentemente, con cerca de 2/3 de los casi 3000 casos documentados. Vandevoorde, en su tesis doctoral sobre la movilidad social de los Augustales, nos da los siguientes datos por regiones:

  • Latium/ Regio I 495
  • Apulia et Calabria / Regio II 115
  • Bruttium et Lucania/ Regio III 58
  • Samnium/ Regio IV 221
  • Picenum/ Regio V 27
  • Umbria/ Regio VI 126
  • Etruria/ Regio VII 91
  • Aemilia/ Regio VIII 37
  • Liguria/ Regio IX 25
  • Venetia et Histria/ Regio X 213
  • Transpadania/ Regio XI 73
    • Total 1541

En el conjunto destaca sobre todo el caso de Ostia antica con 157 ejemplos, más de un tercio de todos los del Lacio.

Regiones de Italia en periodo Augústeo, de Tomisti

En Hispania, el avance romano es paralelo a una creciente municipalización que sigue a inicios del Imperio, ya bajo Augusto. Entre este y los antoninos crece el urbanismo de forma un tanto exagerada para lo que realmente era el territorio… En esta etapa surgen los parva oppida, pequeñas ciudades que centralizan el control fiscal y territorial de los diversos conventus de la reorganización augustea.

Estas ciudades van a ir desarrollándose, acogiendo a las élites indígenas y las foráneas. Y estos aristócratas quieren comodidades como alcantarillado, suministro de agua, entretenimiento, templos, espacios públicos donde pavonearse… y esto, a su vez, pide una administración urbana que beneficiará a estas élites, quienes ejercen las diversas magistraturas como el duoivirato o la edilidad y, sobre todo, el decurionato, el senado urbano que rige y decide. Pero también va a hacer falta dinero, mucho dinero, algo que los libertos tendrán. Y aquí el sevirato es la forma de sacar tajada de la riqueza de estos antiguos esclavos enriquecidos y ahora liberados.

La elección del Sevir

Para ello los decuriones, el senado de la ciudad, van a designar a estos sevires. No para esto, es decir, no creo que se juntaran y dijeran «Fulanitus tiene mucho dinero y siempre es generoso, así que le daremos el cargo y así nos paga un altar a Fortuna Augusta». O sí.

Lo cierto es que los decuriones eran los patrones de esos libertos y, si eran ingenuos, estaban vinculados por la clientela unos con otros (podéis leer sobre ella en esta entrada anterior). Y este grupo de patrones y clientes decidían qué seis personas libres iban a ejercer ese cargo durante el año. Más adelante veremos que de esto van a sacar tajada de diversas maneras…

Para empezar la elección implicaba el pago de una summa honoraria, igual que otros cargos municipales. Esta suma inicial se ha calculado en torno a unos 2000 sestercios, lo que ya era bastante, teniendo en cuenta que para finales de la república era casi el salario anual de un legionario. Claro que, por ejemplo, era el alquiler de una vivienda en Roma tras la rebaja que hizo Julio César, así que… Además, existían una serie de gastos ob honorem para pagar las comidas, teatros, juegos de gladiadores y demás celebraciones de las augustalia ya mencionados. ¿Y que recibían estos sevires a cambio? Honores.

Los honores del Sevir

El mayor o, al menos así lo querían aparentar los sevires, era la exención del pago de la summa honoraria. La persona elegida era tan relevante, que la ciudad le elegía sin coste, ya que era un “honor” tenerlos como sevires.

A ver, en realidad el gasto se haría de igual modo, solo que sería “devuelto”… y vuelto a gastar, aunque en otra cosa, como agradecimiento, o para demostrar la generosidad del sevir, o por quedar bien, que al final se les elegía para que se dejaran el dinero en cosas públicas, así que escaquearse quedaba feo. En las inscripciones esto suele señalarse haciendo referencia a la gratuidad. En Iluro, actual Mataró, apareció un fragmento de inscripción donde dice pro seviratu gratuito. (Hispania Epigraphica, IRC IRC I, 216 = IRC V, p 049 = HEp 12, 2002, 60 a)

Otro de los grandes honores que podía recibir eran los Ornamenta decurionalia. Tal y como dice el nombre serían las insignias de los decuriones. Eran estos una serie de elementos que los identificaban y equiparaban a los decuriones, aunque solo en apariencia, sin capacidad de gobierno ninguna. Entre otras cosas, posiblemente, destacan la toga praetexta, la bisella (una silla doble sin respaldo), ir precedido de apparitores, tenían un lugar especial para los espectáculos, mayor reparto en los sportulae

Había otros honores como el sevirato ad perpetuum, el primus seviratus, asistir a las cenae publicae de los decuriones, honores aedelici o, en el caso de Tarraco en exclusiva, formar parte de los Magistri Larum Augustalium, una titulatura propia que quizá imita a los Magistri Vicorum de Roma.

Si el Sevir tenía suficientes contactos o dinero (o ganas) podía obtener el sevirato en distintas ciudades. Esto tal vez fuera, más que un honor, una prueba de la riqueza, influencia y generosidad del sevir.

La mayoría de estos honores los dejaban por escrito dentro de esa corriente del “hábito epigráfico”. Entre las diversas formas de dejar nota de su existencia que estos sevires encontraron, hay dos que son las que más suelen encontrarse: los epitafios y las estatuas dedicadas. Los primeros no requieren demasiada explicación y, en cuanto a los segundos, incluyen divinidades y personas, incluso genius locii.

En el caso de las estatuas con dedicatoria, son muy interesantes las que se le dedican al sevir. Entre estas aparece uno de los máximos honores públicos que podían darle, el espacio público en sí. Y es que imaginemos por un momento a aquel hombre enriquecido, antaño esclavo, ahora liberado, que logra el sevirato… está en la cresta de la ola, es el momento de mayor gloria que alcanzará y, además, logra que le dejen tener una estatua dedicada en espacio público. Quizá no es el foro, tal vez alguna calle importante, una fuente, quién sabe, lo mismo es en el foro incluso… y para la eternidad (o eso esperaría). En la inscripción de la dedicatoria se señalaba con cuatro letras: LDDD, locus dato decreto decurionorum, lugar dado por decreto de los decuriones. Esa estatua en su nombre sería vista por sus conciudadanos, esos que quizá le conocieron como esclavo y sus hijos, y los hijos de sus hijos. Pasearán por Barcino, Narbo, Lugdunum, Nemausus, Castulo… y verán su estatua ahí, reconociendo su labor como sevir. Todos sabrán que se dejó una pasta en la ciudad, por lo que además fue rico… Para algunos un honor vacío, para otros, un “eco en la eternidad”.

Inscripción con las siglas LDDD, lugar concedido por decreto decurional, el Top de los honores que podía lograr el sevir liberto, de Time TravelRome

Los beneficios del sevirato

Y es que el sevirato es, de forma algo cínica, magnífico para ejemplificar algo tan romano como la idea del quid pro quo. Todas las partes se “beneficiaban” del trato, aunque no en la misma medida, como es lógico.

El sevir, en caso de ser liberto, obtenía la más alta posición que lograría en su vida. Incrementaba su prestigio, que ya debía ser notable dada la riqueza e influencia necesarias para lograrlo. Su gasto en evergetismo reforzaría su posición e imagen pública, a la vez que servía de plataforma para sus descendientes. Su nombre resonaría dando, tal vez, alas a las pretensiones políticas de su prole. Si era ingenuo quizá se hacía un nombre.

Los patrones, ya fuera del liberto o de un cliente ingenuo, se beneficiarían de haber elevado al sevir a su posición. Primero por la vinculación personal, ya que aumentaba el prestigio propio si su cliente hacía las cosas bien. Segundo por los beneficios de tener a un cliente en una posición de tanta relevancia, aunque solo fuera semioficial. No nos sorprendería imaginar una cena organizada por el sevir para la élite urbana donde se sirvieran los vinos que producía su antiguo patrón, los mismos con los que el liberto se había enriquecido. Manus manum lavat, que decían.

La administración urbana se beneficiaba por que aquello que pagaba el sevir, se lo ahorraba… Templos, estatuas, fuentes, lo que fuera que construyera y reparara que pudiera beneficiar a la ciudad a coste cero y sacando provecho, por que formarían parte del grupo de los patrones, así que tajada sacaban seguro (mordita, morditae dirían). Por otro lado, las estatuas dedicadas a dioses, emperadores o personas embellecían la urbe y, además, hablaban de la nobleza, piedad o lealtad de sus habitantes. Y todo esto gratis también. La organización de juegos, teatro o comidas públicas, así como los repartos de dinero, eran otra forma de desahogar la poco saneada economía urbana. Entretenimiento para la plebe y repartos de alimento para paliar el hambre… la receta de la paz social según se reía Juvenal con su panem et circenses.

Como vemos, hasta la plebe se beneficiaba del sevirato, teniendo ocio sin coste y algún extra alimentario o monetario.

El emperador se beneficiaba gracias a la celebración de las augustalia que, financiadas por este colectivo, mantenían, junto al culto imperial, la cohesión social en torno a su figura. Eso y que era el emperador, se beneficiaba de todo.

Mujeres y sevirato

Las mujeres tuvieron, aparentemente, un papel secundario en el rol ejercido por los sevires. Sin embargo, si nos alejamos de la visión sesgada de la élite romana y la historiografía posterior, vemos lo que Ginzburg llama indicios. Es decir, que las mujeres estaban y hacían (y pagaban) cosas.

Para empezar estaba el factor moneda de cambio. No, no es que fueran hábiles cambistas que movieran divisas como harán más tarde los longobardos, no. Me refiero a que las libertas eran usadas por los patronos para emparentar con libertos de otras familias relevantes y, si además eran sevires, mejor, ya que obtenían mayor influencia sobre la ciudad.

Que no era este el único modo de una liberta de casarse, a veces su amo las liberaba para casarse con ellas. Otras veces se casaban con libertos de su propio amo, quizá una relación previa que, al ser esclavos, no aplicaba el ius connubium. Una vez eran liberados, podían casarse legalmente.

Otra cosa que hay que recordar es que, si un liberto veía sus aspiraciones políticas castradas por su pasado servil, podemos hacernos una idea de lo que suponía ese pasado para una mujer. Por mucha riqueza que tuviera y muy generosa que fuese en su patrocinio, siempre tendría una visibilidad infinitesimal. Y aun así, nos han llegado ejemplos de libertas gracias a la epigrafía, como Valeria Donata, Turpa Thyce o Lutatia Lupata, entre otras.

Lápida de Orensia Obsequens, Liberta y profesora, de Giovanni Dall’Orto

Para una liberta, obtener proyección social era, aparentemente la misma que la del sevir, gastar o desposar a un sevir que gastase. No son pocos los ejemplos de mujeres cuyos maridos sevires les dedican estelas tras su muerte, como Iulia Methe, esposa del augustal M. Acilius Hymnus o Vipsinia Atticilla, mujer del también augustal M. Ulpius Lupus. Podéis ampliar información sobre las libertas y las mujeres romanas en el libro Soror, de Patricia González (aquí tenéis la reseña).

En otras ocasiones, ellas dedican las estatuas u honores a sus maridos, como Acilia Arethusa, en Barcino, que honra a su marido L. Pedanio Epicteto, sevir, con una estatua en LDDD. Lo interesante de este caso, además, es que esta liberta de la gens Acilia, va a tener su propia estatua honorífica también LDDD, dedicada por su hijo y su nieto. Esto nos permitiría plantear la duda, más que razonable, de quién tenía verdaderamente la influencia.

¿Puede que Acilia Arethusa hubiera obtenido el sevirato para su marido gracias a su riqueza o influencia? ¿ejerció tal vez un matronazgo tan importante sobre la ciudad de Barcino que permitió que le concedieran no una, si no dos estatuas familiares en espacio público? ¿Hasta qué punto estas esposas de sevires tenían o lograban tanta influencia que les permitía promocionarse a sí mismas y a su descendencia?

Son preguntas que no podemos responder pero que hemos de formular y formularnos.

Conclusiones

Si algo hay que alabar de los romanos es su habilidad para adaptarse, buscando nuevas formas de abordar los problemas que debían afrontar y, sobre todo, de sacar dinero… Cuando no podían adaptar lo que otras culturas habían hecho lograban soluciones originales y bastante cínicas. El sevirato es un claro ejemplo de dicho cinismo y de dicha habilidad para obtener pecuniae.

Monedas romanas de Oswestry, Reino Unido, de Birmingham Museums Trust

El liberto, deseoso de reconocimiento, pero vetado su acceso al cursus honorum, será la gallina de los huevos de oro. Y todo a cambio de honores y loas, de ese ansiado reconocimiento. Si el propio emperador Vespasiano dijo aquello de pecunia non olet, bien podría ser pecunia serva non fuit. Las limitaciones de la antigua población esclava no eran tan relevantes a la hora de aprovecharse del dinero que obtenían mediante oficios y negocios que la propia élite romana encontraban denigrantes. Sin duda parecería un win-win de no ser por el evidente desequilibrio producido entre la administración y los decuriones por un lado y los libertos sevires por la otra. Esta circunstancia en que el decurionato “cede” parte del privilegio a este otro ordo seviral ha permitido a Vandevoorde hablar de violencia simbólica.

Creo que, para acabar, nada mejor que las palabras de Trimalción, quien en el Satiricón habla sobre su paso por el sevirato:

«¿Qué es lo que le da risa? ¿Ha comprado tu padre su vástago a peso de oro? ¿Eres caballero romano? Pues yo soy hijo de un rey: ‘Entonces, ¿por qué has padecido la esclavitud?’, me replicarás. Porque yo mismo me he entregado como esclavo, prefiriendo ser ciudadano romano que rey tributario. Y ahora espero vivir de tal modo que nadie pueda reírse de mí. [5] Soy un hombre entre los hombres, ando con la cabeza bien alta; no debo un chavo a nadie; nunca he sido demandado; nadie me ha dicho en el foro: ‘Devuélveme lo que me debes’. [6] He comprado unos palmos de terreno, he hecho algún dinerillo; doy de comer a veinte bocas, sin contar la del perro; he rescatado a mi compañera, para que nadie tuviera derecho a tomar su seno por una toalla; pagué mil denarios por mi libertad; se me nombró gratuitamente magistrado séviro; y espero morir [7] sin tener que avergonzarme después de muerto. [….] Fui esclavo cuarenta años; no obstante, nadie supo nunca si yo era esclavo u hombre libre. Aún llevaba melena cuando vine a esta colonia: la basílica todavía no existía. [10] Hice lo posible por dar satisfacción a mi amo, hombre honrado y digno: una sola uña suya valía más que toda tu persona.»

Satiricón, 57.

Fuentes

Imagen de la cabecera: Estela funeraria de Publio Publicio Evtycho, Sevir Augustal de la ciudad de Arelate, actual Arlés, por Rossignol Benoît

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