Un paseo por las necrópolis rupestres medievales del Alto Arlanza

La Edad Media en la Península Ibérica sigue siendo una época llena de incógnitas, aunque el indudable progreso en investigaciones, especialmente desde los años 70, están desterrando muchas de las afirmaciones de la historiografía más clásica. Uno de estos es el haber considerado el valle del Duero como una zona deshabitada, una suerte de desierto demográfico hasta la repoblación posterior al siglo X. Hoy esta hipótesis está descartada, especialmente por las claras evidencias arqueológicas, y una de ellas son las espectaculares necrópolis altomedievales del Alto Arlanza.

En un entorno natural privilegiado, necrópolis rupestres como Cuyacabras, Revenga, Duruelo de la Sierra, Regumiel de la Sierra, Quintanar… son una evidencia clara de un poblamiento continuado durante toda la Alta Edad Media antes de su incorporación al Condado de Castilla en el siglo XI. El control efectivo posterior reestructuraría el territorio de forma distinta, creando los pueblos que hoy jalonan esta vertiente de la Sierra de la Demanda, pero las necrópolis excavadas en piedra dejan la huella de un pasado con mucho aún que averiguar.

Certezas, evidencias e incógnitas

Las necrópolis rupestres no son un fenómeno aislado a esta zona. Abundan en la submeseta norte, especialmente en estribaciones montañosas como el Sistema Central o Cordillera Cantábrica. Pero lo cierto es que en el corredor que discurre entre las cabeceras del Arlanza y el Duero, alberga un conjunto extraordinario de espacios funerarios, destacando por su número y tamaño.

Estas necrópolis son además fundamentales para la estudio e interpretación de la ocupación de este territorio ya que el conocimiento de los poblamientos es mínimo cuando no inexistente. En Revenga, por ejemplo, se han atestiguado fondos de cabaña y algunas áreas de producción.

Tumbas en bañera de la necrópolis de Cuyacabras

Alberto Castillo y sus colaboradores fueron los pioneros en la investigación con sus estudios de finales de los 60 y los años 70, convirtiéndose en un referente en el análisis de las costumbres funerarias medievales, siendo prioridad las áreas funerarias. Ahora, los trabajos más recientes se centran en profundizar sobre un conocimiento tanto del hábitat ocupacional como de la gestión del espacio. Sus conclusiones reflejan que este espacio definido entre las cabeceras del Arlanza y el Duero tuvo unidades de hábitat más importantes como Cuyacabras o Revenga y un gran número de asentamientos menores.

En su desarrollo influyeron tanto aspectos geográficos, se encuentran en un área entre 1.000 y 1.200 metros de altitud que le confiere rasgos especiales por sus condiciones de vida y hábitat, cómo ser un área menos romanizada como señalan en su estudio de 2018 Karen Álvaro, Esther Travé y María Dolores López, al apuntar como las estructuras territoriales romanas se encontraban en cotas más bajas (Palacios de la Sierra o Salas de los Infantes). Incluso la influencia visigoda fue escasa pero no así el cristianismo.

Para estas investigadoras toda esta zona fue un espacio marginal de los centros de poder tardorromanos y visigodos, manteniéndose al margen de la estructuración del territorio del Condado de Castilla hasta entrado el siglo XI. De hecho, las primeras tumbas, y por tanto sus poblados, se atribuyen cronológicamente entre el siglo VI y VII.

Centro de cultos, necrópolis y poblados

Lo que se repite constantemente en la zona es la articulación de estas necrópolis alrededor de un centro de culto, de iglesias rurales, algunos con huellas muy claras como la base en piedra que se encuentra en Cuyacabras y que pueden ver en esta foto adjunta y otros con iglesias que siguen erigidas y que se debieron construir sobre estructuras primitivas.

Base excavada en roca de la Iglesia de Cuyacabras, en la parte más elevada del promontorio rocoso

Alrededor de estos, estarían los núcleos de población más o menos dispersos y de los que como hemos señalado no quedan apenas constancia. Para Álvaro, Travé y López podrían funcionar como “nodos articuladores del territorio”, tanto por su “papel de liderazgo espiritual y político, como económico y mental”, algo más que importante si tenemos en cuenta la inexistencia de unidades políticas superiores en el periodo en el que se desarrollaron entre el siglo VI-VII y hasta el siglo XII, aunque algunos enterramientos serían más tardíos.

Lo que si parece claro es que como señalan Padilla y Álvaro es que la densidad de ocupación fue elevada, al menos en su área oriental, con un poblado cada 7 u 8 kilómetros, e incluso menos, aunque con distinto peso. En definitiva, asentamientos estables, de dimensiones reducidas, pero situados a escasa distancia unos de otros. Como señalan Padilla y Álvaro abundarían las unidades residenciales disociadas y aparentemente autónomas que se distribuyen en torno a un núcleo que está presidido por el edificio de culto de la comunidad, su clara referencia.

Un paseo entre necrópolis y eremitorios

Con el tiempo, y con su integración en unidades políticas mayores: el Alfoz de Lara y el Condado de Castilla, las poblaciones y sus necrópolis evolucionaron de forma distinta: Algunas poblaciones se transformaron y pervivieron, como Duruelo (cuya iglesia, superposición de varias edificaciones, ocupa parte de la necrópolis) y Regumiel, otros se despoblaron como Revenga e incluso otros como el espectacular Cuyacabras se olvidaron.

Hoy en día, a pesar de sus distintas características su visita es sencilla, combinando naturaleza e historia. En Duruelo de la Sierra (Soria) veremos parte de la necrópolis alrededor de la Iglesia de San Miguel Arcángel, de hecho, debajo de este templo hay estaría buena parte del cementerio. Algo similar lo encontraremos en la cercana Regumiel, ya en Burgos. Sobre una roca de piedra arenisca de gran tamaño se encuentran 132 tumbas, todas ellas en torno a la iglesia parroquial de San Adrián Mártir, que seguramente se edificó sobre un templo anterior y contemporáneo a la necrópolis.

De menor tamaño son las de Bañuelos, San Millán del Manzanar o la Necrópolis del Castillo donde se encuentra un pequeño centro de interpretación, pero la más espectacular es Cuyacabras, por su tamaño, número de tumbas y su entorno, enclavada en pleno bosque a unos kilómetros de Quintanar de la Sierra (Burgos). Su acceso, cogiendo diferentes pistas forestales no es complicado y tras un aparcamiento bien señalizado, a unos 200 metros, nos encontramos con la necrópolis, formada por más de 180 tumbas, de distintos tamaños.

Tumba antropomorfa

Su distribución es mayoritariamente de tumbas de tipo bañera (91) que son las que se usaban principalmente, pero no únicamente, para mujeres y niños, seguidas de las antropomorfas (65) con cabecera de arco de herradura y pies redondeados y menos frecuentes en nichos (13) aprovechando un cortado al norte del afloramiento rocoso. Son mucho menos frecuentes las tumbas de lajas y trapezodiales. Todas ellas están orientadas a poniente, por la creencia en la resurrección de los muertos. En la propia roca, en la parte más alta se erigió la iglesia ya mencionada, cuyas huellas se mantienen.

No se puede dejar de visitar Cuyacabras sin ir al Eremitorio de Cueva Andrés, a escasos dos kilómetros, y que recientemente ha sido declarado, julio de 2021, bien de interés cultural con categoría de zona arqueológica. Edificado alrededor de un afloramiento rocoso, parcialmente hundido, se encuentra en un paraje idílico, junto al río Torralba, reuniendo las condiciones perfectas para llevar una vida solitaria.

Originalmente tendría unos 4,4 metros de fondo, una anchura de 1,25 metros y 1,7 metros de altura. A su entrada se encuentra una estructura tallada en la roca, una especie de hornacina con doble arco de herradura, pero el elemento más destacado es un arco de herradura en relieve que aparece sobre la pared del bloque oriental con una cruz griega, patada y con astil, esculpida sobre la roca. En su intersección hay una oquedad lo que hace pensar que tuvo incrustada una cruz metálica, conformando este arco el oratorio del eremita.

Eremitorio de Cueva Andrés

Además, cuenta con varios enterramientos, dos sepulturas en el promontorio oriental y otra de forma ovoide en la cima del promontorio occidental con un canal de desagüe, que junto a su claro origen mozárabe es testimonio de una actividad eremítica prolongada en el lugar que tendría su origen en época temprana.

Fuentes

  • ÁLVARO, Karen, TRAVÉ, Esther y LÓPEZ, María Dolores: “Excavaciones arqueológicas en el yacimiento altomedieval de Revenga: Nuevos datos para el conocimiento de hábitat altomedieval en el Alto Arlanza (Burgos)” en Territorio, Sociedad y Poder, nº 13, 2018. páginas 5-21.
  • PADILLA, José I y ÁLVARO, Karen: “Necrópolis rupestres y el poblamiento altomedieval en el Alto Arlanza (Burgos)” en En la España Medieval 2010, vol. 33. páginas 259-294.
  • PADILLA, José I. y ÁLVARO, Karen: “El despoblado de Cuyacabras (Burgos): realidad, principios y argumentos” en Acta historica et archaeologica mediaevalia Nº 29, 2008, páginas. 575-604

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