Catalina de Aragón: Un pequeño estudio en torno a su vida

Catalina, de infanta de Castilla y Aragón a princesa de Gales

Hija menor de los Reyes Católicos jugó, al igual que sus hermanos, un importante papel en la política de alianzas y tratados bilaterales proyectada por Isabel y Fernando para su política exterior.

Las primeras conversaciones entre Enrique VII y los reyes hispanos comienzan en 1487, cuando Catalina tiene tres años y Arturo, uno. Ambos reinos tenían razones poderosas para dicha alianza, por una parte, un enemigo común, Francia y, en el caso del rey de Inglaterra, la alianza matrimonial con una descendiente directa de Catalina de Lancaster (nieta de Eduardo III y hermana de Enrique IV de Inglaterra) era importante para la consolidación de una nueva dinastía que había llegado al trono de manera no muy ortodoxa.

Gonzalo Rodríguez de Puebla, primer embajador permanente en la corte inglesa, es el encargado de dirigir, en representación de la novia, las conversaciones para el casamiento con Arturo. El primer paso, en unas arduas negociaciones que durarían 10 años, llegó en 1488 con el “matrimonio por palabras de futuro”, es decir, con el compromiso de los tiernos infantes; el primer tratado se firmaría en Medina del Campo en 1489.

En 1493 y 1496 se firmarían dos tratados más, en los que se reconocían de manera explícita los derechos sucesorios de la novia al trono de Castilla y Aragón, y ya se estipulaba la dote que aportaría Catalina y la “dower”, es decir, las rentas que corresponderían a la Infanta en caso de viudedad. Y aquí vamos a hacer un pequeño inciso y preguntarnos…

¿Qué es la “dower”?

No constituía unas arras ni una donación en el momento del matrimonio, sino que constituía el derecho a recibir una parte de las rentas de las posesiones del marido, expresadas en el contrato matrimonial, y que se recibirían solo en caso de viudedad para garantizar su protección. Y esta parte del derecho conyugal inglés aportaría bastantes problemas en la vida de Catalina.

Aún habría de demorarse la llegada de Catalina a Inglaterra unos años más, y esta demora pudo deberse a la prudencia de Fernando, a la espera de ver si las pretensiones al trono inglés de Perkin Walberg, pretendido hijo de Enrique IV, llegaban o no a buen término. Tras la ejecución de Walberg, las aguas volvieron a su cauce y el 19 de marzo de 1499 se celebró, por poderes, el “matrimonio por palabras de presente” y la firma de un nuevo tratado. Catalina fue considerada, desde ese momento, Princesa de Gales. Si bien, Catalina no pisaría suelo inglés hasta 1501. El enlace se celebra el 14 de noviembre de ese mismo año. Poco después, la pareja enferma de unas violentas fiebres y en abril de 1502, fallece Arturo.

Catalina, princesa viuda de Gales

Viuda de un matrimonio que, al parecer, no se consumó, Catalina regresa a la corte ya repuesta de las fiebres con el único apoyo de Isabel, esposa de Enrique VII.

Los Reyes Católicos envían, en sustitución de González de Puebla, al duque de Estrada para reclamar la parte de la dote que ya se había entregado y las rentas de la “dower” mientras demandaban la vuelta de su hija a España. En realidad, el nuevo embajador recibe, en secreto, la consigna de intentar negociar otro matrimonio para Catalina, esta vez con el nuevo Príncipe de Gales, Enrique Tudor.

La respuesta de Enrique VII se demora, no devuelve la dote ni entrega a Catalina la “dower”, alegando la no consumación del matrimonio, pero tampoco envía a la princesa de vuelta a España. Necesitando a los monarcas hispanos para sus enfrentamientos con Francia y, habiendo enviudado recientemente, él mismo se postula como marido para Catalina, a lo que Isabel de Castilla se niega en rotundo. Isabel contesta a Enrique VII amenazándolo con la retirada de su apoyo a menos que se lleve a cabo el compromiso matrimonial entre su hija y el príncipe.

En septiembre de 1503, se firmaría un nuevo tratado al mismo tiempo que el matrimonio por palabras de futuro entre Catalina, de 18 años, y Enrique, de 12. Se incluían en el tratado también los derechos de herencia al trono de los reinos hispanos, y se hacía referencia al matrimonio anterior de Catalina y a la no consumación del mismo. Los Reyes Católicos se comprometieron a pagar lo que quedaba pendiente de la dote, una vez se celebrara el matrimonio por palabras de presente.

Dada la afinidad que unía a los príncipes, se había solicitado en enero de ese mismo año, la conformidad y la licencia del pontífice. En la solicitud de esta dispensa se apuntaba a que “quizás” el matrimonio sí se había consumado, aunque no había habido descendencia. Este punto apareció también en la propia bula papal. Ese “quizás” que en la dispensa parecía cubrir todos los frentes de cara a afianzar el matrimonio, se utilizaría después en el proceso de divorcio contra Catalina.

Poco después de la firma de este nuevo tratado, Enrique VII pierde el interés por mantener la alianza con Castilla y Aragón y vuelve su mirada hacia los Habsburgo y el Imperio. También las relaciones con Francia habían mejorado hasta el punto de que el rey mira con buenos ojos el enlace de su hijo con Margarita de Angulema. Las veleidades del rey hacen que, en junio de 1505, el propio Príncipe de Gales declarara su deseo de anular el compromiso con Catalina.

Un nuevo tratado se firmaría en 1506, firmado ya por Felipe de Habsburgo, marido de la reina Juana de Castilla, en el que se volvía a considerar el matrimonio entre Catalina y el príncipe Enrique.

La situación de Catalina fue muy precaria durante este periodo y ni siquiera mejoró cuando Fernando de Aragón la nombró embajadora en 1507. Sin embargo, la muerte de Enrique VII precipita el matrimonio entre Catalina y el nuevo rey, Enrique VIII en 1509.

Catalina, reina de Inglaterra

Catalina era querida y aceptada por el pueblo inglés (eso no cambió nunca incluso en los periodos más amargos que vivió la reina) y los primeros años de matrimonio gozaron de cierta placidez, a pesar de que no faltaron infidelidades (María Bolena y Elisabeth Blount, entre otras), ni bastardos (Henry Fitzroy, el más notorio). Pero ya en 1516, el año de nacimiento de la princesa María, el rey había mencionado el tema de su separación de Catalina.

Tal y como indica Antonia Fraser, las anulaciones matrimoniales entre la aristocracia y la realeza no eran algo excepcionalmente raro, cuando el cónyuge más poderoso decidía deshacerse de un marido o una esposa indeseada, apelaba a los términos dudosos de los contratos o a alguna anomalía en las dispensas papales (dado que la endogamia era muy usual, la mayoría de esos matrimonios necesitaban de bula papal).

En 1521, se firma el compromiso entre María Tudor y el emperador Carlos V, compromiso que se rompería en 1525, María era todavía una niña y a Carlos le urgía tener ya hijos varones legítimos, por lo que finalmente se casa con Isabel de Portugal. La ira de Enrique VIII ante esta decepción se volvió contra Catalina y pocos meses después el rey reconocía a su hijo ilegítimo Henry Fitzroy y le llenaba de títulos, el más importante de ellos fue el de duque de Richmond, que había ostentado Enrique VII. El disgusto de la reina fue notorio. Curiosamente, Fitzroy fallecería de forma sospechosa en 1536 (año del fallecimiento de Catalina y de la ejecución de Ana Bolena) cuando el rey se proponía, al parecer, elevar al parlamento una proposición para su nombramiento como heredero.

En mayo de 1527, Enrique ya había conocido a Ana Bolena y recibe una dispensa papal para el matrimonio con la hermana de cualquiera de sus relaciones lícitas e ilícitas, lo que da idea de por dónde comienza a caminar la mente del rey. En principio, esta dispensa le servía de poco porque estaba casado y bien casado con Catalina, quien se había negado a facilitar la separación ingresando en un convento, tal y como le aconsejaban.

Ese mismo año, Enrique VIII envía a Roma una embajada para obtener el permiso para juzgar el caso de divorcio en Inglaterra. Roma nombra a dos legados, Campeggio que debía cuidar los intereses del Papa, y Wolsey que representaba los del rey.

El 31 de mayo de 1529 se celebra la primera reunión del tribunal inglés y el 18 de junio comparecen los reyes. Catalina confirma bajo juramento que había llegado virgen al matrimonio con Enrique (este nunca lo afirmó ni lo negó) y elevó su solicitud al tribunal para que su caso fuera juzgado en Roma. Dos días después, recusó al tribunal inglés y pidió acogerse al romano. El rey, por su parte, volvió a hablar de sus dudas y escrúpulos religiosos tras la lectura del Levítico y mostró su desconfianza en la imparcialidad del tribunal romano dada la influencia de Carlos V, sobrino de la reina. Tras esto, y a pesar de que se solicitó su presencia en varias ocasiones, la reina no volvió a personarse en el tribunal. En julio de ese mismo año, Clemente VII aceptó que el caso se juzgara bajo su dirección.

En 1530, la salud de la reina empeoró. La relación de Enrique y Ana Bolena es ya muy notoria, y los Howard y la misma Ana gozan de prebendas y títulos. Por otra parte, el difícil equilibrio en Europa empujaba al Papa a no apresurarse en su decisión y esa dilación irritó aún más al rey quien, por primera vez, se plantea la separación de la Iglesia de Inglaterra, y más cuando el Papa solicitó la desaparición de Ana de la corte y la prohibición del matrimonio de ambos en tanto no se resolviera la cuestión de la nulidad.

Catalina, ¿reina de Inglaterra o princesa viuda de Gales?

Trial of Catherine of Aragon. Oil on canvas (Parliament Art Collection, licensed under the Creative Commons Atribution)

El primer alejamiento de Roma tuvo lugar en 1531, cuando el clero, con algunas voces en contra, estipuló que el rey era jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra, si bien el Parlamento se negó a ratificarlo.

Catalina y Enrique se vieron por última vez en el verano de ese mismo año, cuando el rey abandonó la corte para ir a cazar con Ana. Poco después, llegó la orden de que se trasladara a la reina a uno de los antiguos palacios de Wolsey. Catalina no volvió a la corte y durante 4 años fue trasladada desde una residencia a otra con un séquito cada vez más reducido.

En diciembre de 1532, Ana queda embarazada y en enero de 1533, se celebra secretamente el matrimonio entre Enrique VIII y Ana Bolena. En abril, se le comunica a Catalina su nueva condición de princesa viuda de Gales. El 23 de mayo de 1533, Cranmer decretó la invalidez del matrimonio y el 1 de junio, Ana Bolena era coronada reina de Inglaterra.

Tanto Catalina como el embajador Chapuys ruegan al emperador en numerosas ocasiones que tome cartas en el asunto, pero este estaba ocupado con la lucha contra el turco, entre otros problemas y no estaba dispuesto a emprender ninguna acción directa contra Inglaterra.

El 11 de julio de 1533, Clemente VII declara nula la sentencia del tribunal inglés y conmina al rey a repudiar a Ana, amenazándolo con la excomunión.

Catalina sigue negándose a ostentar el título de princesa viuda y responde dignamente a las amenazas del rey. Catalina sufrió humillaciones y castigos hasta su muerte en 1536 por no haber aceptado la sentencia de invalidez matrimonial. El rechazo del título de princesa viuda le impidió reclamar las rentas asociadas a la “dower” y, a su vez, también le fueron retirados los derechos y las rentas que le habían correspondido como reina de Inglaterra.

En marzo de 1534, el papa sentencia la validez del matrimonio entre Catalina y Enrique en un momento en el que Ana estaba embarazada por segunda vez. En esa misma fecha, se leyó por tercera vez la Ley de Sucesión que declaraba legal el matrimonio entre Enrique VIII y Ana Bolena y otorgaba a su descendencia el derecho a la sucesión. Si bien no se mencionó nunca de forma expresa la ilegitimidad de María Tudor, se le retiró el título de princesa y pasó a formar parte de la casa de la princesa Isabel, hija de Ana.

El 3 de noviembre de 1534, se produce al fin el cisma de la Iglesia de Inglaterra cuando el Parlamento inglés aprueba el Acta de Supremacía reconociendo la jefatura suprema y total del rey sobre la Iglesia de Inglaterra.

En 1535, la salud de Catalina se deteriora rápidamente y el 7 de enero de 1536, moría Catalina de Castilla y Aragón, reina de Inglaterra, acompañada en su último aliento por su gran amiga María de Salinas.

Fuentes

  • Fraser, A. (2005). Las seis esposas de Enrique VIII. Vergara.
  • González, S., & del Carmen, M. (2016). Las nupcias de Catalina de Aragón. Aspectos jurídicos, políticos y diplomáticos. Anuario de Historia del Derecho Español, 657-726.
  • Perera, A. (1976). Esbozos para una biografía de Catalina de Aragón. ES: Revista de filología inglesa, (6), 47-80.
  • Imagen de cabecera: Monumento a Catalina de Aragón en Alcalá de Henares (Concepción Amat Orta, licensed under the Creative Commons Atribution)
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