Juan Picornell, la Conspiración de San Blas y el liberalismo español
- Antonio Luis Gallardo
- 9 mayo 2022

La Guerra de la Independencia y el surgimiento del liberalismo en España en las Cortes de Cádiz marcan un antes y un después en la Historia de España. Estos hechos se han analizado tradicionalmente casi exclusivamente como una ruptura con respecto a la época anterior, obviando toda una serie de interconexiones con el pensamiento ilustrado sin las cuales es imposible explicar el desarrollo del pensamiento político moderno en España.
Existen varios problemas por los que se ha negado o se ha infravalorado esta conexión. La primera es no tener unos referentes intelectuales tan claros como sí lo tuvieron la Revolución Francesa o incluso la Norteamericana. En España no había un Rousseau, un Voltaire, un Montesquieu o un Mably, pero tampoco se puede negar la influencia que todos ellos tuvieron en el movimiento intelectual español, principalmente en las últimas décadas del siglo XVIII. Y es que, en segundo lugar, los cambios en mentalidad y la apertura hacia las nuevas ideas fueron también algo difusos y especialmente muy focalizados. En todos ellos, además de luchar contras distintas fuerzas reaccionarias han pasado a un segundo plano en un contexto marcado por las luchas de poder dentro del reinado de Carlos IV.
Por todo ello, poner en valor todo lo sucedido durante las dos últimas décadas del siglo XVIII y los primeros años del XIX es importante para comprender la génesis de las ideas liberales en España. Uno de estos hechos fue la frustrada Conspiración de San Blas de 1795, cuando un grupo de revolucionarios, liderados por Juan Bautista Picornell quiso cambiar el régimen político español.
De pedagogo a revolucionario
Juan Bautista Mariano Picornell y Gomila nació en Palma de Mallorca en 1757, hijo de unos comerciantes de la isla, pudo ingresar en una Universidad de Salamanca que desde la Reforma de 1771 había pasado de la atonía a ser uno de los focos intelectuales principales en España. En esos años, las ideas más avanzadas, secundadas por el llamado “partido filosófico”, intentaban sustituir a la escolástica tomística que dominaba sus planes de estudio desde la Edad Media. Aunque no se sabe mucho de su estancia salmantina, sí parece claro que este movimiento tuvo una enorme influencia.
Juan Picornell canalizó este impulso reformista en primer lugar hacia la mejora de la enseñanza, ideando un nuevo sistema pedagógico que ensayó con su hijo de tres años y por el que buscó apoyo lejos de Salamanca, en Madrid, donde se estableció a finales de la década de 1780. En la capital no solo formó parte de la Real Sociedad Económica, posiblemente buscando apoyos para su plan, sino que fue tomando una mayor conciencia política, plasmándolo en su planteamiento hacia una “formación patriótica” en la que crear buenos ciudadanos capaces de conocer las obligaciones que tienen con el Estado y actuar en ese sentido.
Quizá la falta de apoyos, o los ecos revolucionarios que aunque se intentaban silenciar llegaban a la capital, o ambas cosas llevaron a que radicalizara sus ideas. No se sabe mucho de su actividad entre 1791 y 1794. Es probable que en las visitas que hizo a diferentes localidades de España -algunas por encargo del Conde de Aranda como la que hizo a Talavera de la Reina para “arreglar las escuelas”- entrara en contacto directo con la situación social y económica española. Todo esto, junto a su preocupación intelectual, le llevó a que optara por una Revolución abierta que cambiara el régimen político.
Juan Picornell y la Conjura de San Blas
Ya se sabe que en la primavera de 1794 estaba en contacto con otros intelectuales de ideas similares como Sebastián Andrés, José Lax de Boas, Manuel Cortes y Campomanes, Bernardino Garasa, Juan de Manzanares o Juan Pons Izquierdo. A finales de ese año la conjura ya estaba avanzada. Picornell alquiló una habitación en una fonda de la calle San Isidro en Madrid, que se convirtió en el cuartel general de los conspiradores. Allí se fraguó su plan que, aunque nos parezca ahora extraño, no era nuevo: dar cuantiosas limosnas a miembros “necesitados” del pueblo llano para ganar adeptos. Esta misma forma de proceder ya se había utilizado en el motín contra Esquilache de 1766 y se repetiría en Aranjuez en 1808 como señalan María Jesús Aguirrezabal y José Luis Comellas.
Lo cierto es que la conspiración fue descubierta en el día de San Blas, el 3 de febrero, y Picornell, junto a otros de sus correligionarios, acabaron condenados y desterrados a América, donde años más tarde también participarían en los primeros movimientos revolucionarios americanos, algo de lo que trataremos en otra ocasión. Lo más importante, es ver su conexión con las ideas liberales que triunfarían en Cádiz 15 años después.
Su proclama, en la que criticaba al sistema político vigente, no difiere en muchos aspectos a cualquier manifiesto revolucionario contra el Antiguo Régimen de la época pero sí contiene elementos muy novedosos. Entre estos está la alusión a los derechos del pueblo: “El Pueblo, plenamente convencido de que quantas miserias y calamidades afligen a la Nación son efectos del mal gobierno”. También señala la necesidad de la “unión de todos los españoles” para conseguir acabar con los vicios del país.
Antecedentes de la Constitución de Cádiz
Por todo ello, tal y como señala Aguirrezabal y Comellas se combina por un lado una “depuración de vicios del Antiguo Régimen” con una transformación más radical del sistema. Se ha discutido por eso sí la intención era crear una república, tal y como han señalado algunos historiadores, o solo quería una transformación de la Monarquía. Esta segunda parece la más clara, cuanto en su propio manifiesto se señala que el monarca sancionaría los cambios o el propio Picornell que ya en Venezuela años más tarde escribió que su plan buscaba que el Rey mantuviera el poder ejecutivo mientras que el legislativo se dejaba a una Asamblea Nacional.

Incluso, no se pone en duda la religión católica, que en el artículo 12 de la Constitución de Cádiz se declara como religión “única verdadera” a la cual “la Nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquiera otra”.
Aunque la vía revolucionara fue una respuesta poco común, si exceptuamos a personajes como José Marchena, Miguel Rubin de Celis que se exiliaron a Francia, su planteamiento no difiere mucho de otros reformistas más moderados, el de transformar la monarquía, no destruirla.
A pesar de ello, obtuvieron siempre la oposición de distintas fuerzas reaccionarias, lo que los llevó a no poder desarrollar todas sus propuestas reformistas. La ocupación francesa y el vacío de poder sí les dio la oportunidad, pero basándose en unos planteamientos que fueron esbozando desde hace muchos años. Por todo ello, aunque fracasada la Conspiración de San Blas, como también un intento posterior en Venezuela en 1799, dejaron una clara huella posterior, mostrando ser uno de los muchos antecedentes para el desarrollo de la cultura constitucional española.
Fuentes:
- Aguirrezabal, María Jesús y Comellas, José Luis, “La conspiración de Picornell (1795) en el contexto de la prerrevolución liberal española” en Revista de historia contemporánea, Nº 1, 1982, págs. 7-38
- Portillo Valdés, José María, Revolución de Nación. Orígenes de la cultura constitucional en España, 1780-1812, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2000.
- Imagen principal: Montaje propio a través de imágenes de dominio público.
- Imagen interior: La promulgación de la Constitución de 1812, obra de Salvador Viniegra (Museo de las Cortes de Cádiz). Licencia dominio público.
Antonio Luis Gallardo
Licenciado en Administración y Dirección de Empresas, graduado en Geografía e Historia y diploma en Estudios Coreanos por la Universidad Complutense de Madrid. Lo que más le gusta es la Historia Moderna en particular y la Historia Social, el desarrollo de las ideologías y la historiografía en general. Le encantan los libros y viajar en familia.